Un buen hotel

Un buen hotel

Por Juan Flores García

Lo que hoy es un hotel con lujo muy especial, tiene una historia bonita en origen, ya que fue en principio un mesón, como ya en otras ocasiones lo hemos mencionado. Tuvo que ser un mesón de mucha preferencia, ya que en el punto en el que se encuentra, el centro de la ciudad, a media cuadra de la Presidencia Municipal, era muy accesible para toda la gente. Sus ocupantes, con sus grandes atajos de burros, llegaban de diferentes lugares y se hospedaban por el tiempo que era necesario y ocupaban su tiempo en hacer traspasos de mercancía de la que traían de los diferentes lugares de donde venían. Este lugar es muy grande, como era ese lugar de alojo para personas y animales; al fondo del terreno, al lado izquierdo de la entrada, había una cocina y lo que pudiéramos decir el comedor en la esquina del entonces corral. Por comodidad los arrieros tomaban sus alimentos en ese lugar.

Había, según nos cuentan, ochenta cuartos pequeños con una cama de madera, un catre o en el suelo sobre un petate, según la categoría del viajero, tenia algunos comunes como los conocíamos que es lo mismo que retrete o letrina, aunque estos nombres casi no nos animábamos a mencionarlos por vergüenza, que era algo tan natural como decir hacer su necesidad corporal.

Este mesón dio servicio allá por los años veinte; en este lugar se paraba aquel famoso primer medio de transporte de pasajeros, el stech; los encargados de atenderlo era un matrimonio formado por un señor que se llamaba Merced y su señora Cornelia Bautista. Algunas personas, muy pocas quedan de las que trabajaban como arrieros como Jesús Barba, nos cuentan que les cobraban cinco centavos por animal por cada día que estaban ahí y a los dueños diez centavos por dormir en un cuarto u ocuparlo para guardar su cargo. Este lugar fue de don Aristeo Navarro así como el terreno llamado El plan de Mezcala, en el poblado del mismo nombre y se lo vendió, junto con el mesón a don Gregorio Sánchez Navarro, que fue, según nos cuentan, el que lo reformo agregándole un piso y convirtiéndolo en hotel en 1930 con el nombre de Hotel Navarro.

Con qué nostalgia recordamos que era el único lugar de lujo, tanto en su atención a los huéspedes como para realizar los bailes en los grandes acontecimientos sociales, como en las fiestas de abril, o cuando la Asociación de Charros lo ocupaba, el baile de coronación de la reina en septiembre y la celebración de matrimonios. En el se recibía a los políticos en sus giras por estos lugares, asistiendo algunos presidentes de la República al Hotel.

También recuerdo, como dije en alguna ocasión, que en los locales que dan a la calle estuvo la zapatería Las Tres B, propiedad de don Gregorio y que era atendida por la inolvidable señorita Victoria Maciel y otras compañeras que tantos años duraron sirviendo al cliente con tanta atención y voluntad de servicio. Victoria hace poco tiempo partió a la vida eterna y nos hace recordar que fue de las primeras damas que trabajaron fuera de su casa y junto con otras pocas, mucho cariño les teníamos por ser siempre atentas y leales en los lugares que trabajaron. Otro lugar que aun esta ocupado es el negocio de joyería y relojería (venta y reparación) que ocupara Fernando Venegas y que hoy es atendido por sus descendientes.

La historia de este original hotel cambió mucho, al venderlo don Gregorio a su actual dueño Abelardo Loza Ibarra, remodelado como lo conocemos, se borró totalmente su estilo sencillo ya que ahora luce más elegante. Sólo queda como testigo de lo que decimos, un personaje que ha ocupado por espacio de cuarenta años dentro de ese hotel, recordando con nostalgia lo que decimos, nos referimos al señor don José de Jesús Vázquez, un tipo amistoso y atento que con mucho gusto desempeña su trabajo de noche y que fue tan apreciado por sus antiguo patrón e iniciador de este tan memorable edificio que tanto servicio ha prestado.

Don Jesús, que Dios le de mucha vida en ese tan digno trabajo.

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