Hay que ser de corazón grande

Hay que ser de corazón grande

Por el padre Miguel Ángel
padre.miguel.angel@hotmail.com

En esta ocasión les voy a presentar una historia muy sencilla pero con mucha enseñanza.

Cuentan que un día, muy temprano salió a pescar una persona con mucho ánimo y alegría, ya que sentía que pescaría mucho. Tenía todas las condiciones perfectas para hacer una gran pesca.

Se subió en su bote, comenzó a remar y llegando no muy lejos de la orilla, ahí lanzó el ancla. Preparó el hilo y la carnada, pero antes de comenzar a pescar, se puso de pie e hizo una oración a Dios dando gracias por un día tan precioso, y la gran pesca de ese día. Acto seguido, comenzó la pesca.

Mientras él pescaba, a pocos metros de él había una persona viendo lo que hacía. Esta persona notaba que cuando el pescador agarraba un pez, lo medía y decía: “este mide 15 centímetros”, lo sacaba, y lo colocaba en una cesta, donde acomodaba toda la pesca del día y continuaba pescando. Luego, sacó otro pez, haciendo lo mismo dijo: éste mide 16 centímetros, lo echó en la cesta y continuó su pesca. El observador notó que el próximo pez que sacó era muy grande, más del triple de los que había obtenido anteriormente, y se sorprendió cuando el pescador exclamó: “Este mide mucho”.

Inmediatamente lo devolvió al agua. Este patrón fue repetido en varias ocasiones, lo que le llamó la atención en gran manera al observador. Este, sorprendido, comenzó a remar acercándose sutilmente al bote, saludó al pescador y le preguntó:

“He visto que ha tenido muy buena pesca, pero he notado que los peces muy grandes los devuelve al agua, ¿por qué siendo tan grandes los devuelve, y no hace esto con los de menor medida?

El pescador le dijo:
“Lo que sucede es que los peces grandes no caben en mi sartén, que sólo mide 16 centímetros”…

A veces pedimos a Dios grandes bendiciones, y no estamos preparados para recibir todo lo bueno que El tiene para nosotros; la sartén significa la mente. Tenemos que expandir nuestra mente, para poder recibir las cosas grandes que Dios nos tiene preparadas.

Además de tener una mente muy amplia es necesario que nuestro corazón también se amplíe cada vez más para que en él quepan todas las personas, no importa que sean pobres o ricos, morenos o blancos, grandes o pequeños, ignorantes o sabios, porque Jesucristo vino al mundo para salvarnos a todos.

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