Por Fabiola González Ontiveros
Hace un par de días asistí a una conferencia sobre criminalística. Nos avisaron desde el martes que el jueves a las 11 en punto nos encerraríamos en uno de los auditorios para escuchar esta conferencia, no hacía falta que nos dijeran que era de a fuerzas, a todos nos interesó el tema.
No sé por qué como que esas cosas llaman la atención, el puro morbo tal vez es lo que nos atrae al principio, por ejemplo en el puerto de Veracruz había una exposición de asesinos seriales, que a mi hermana y a mí inmediatamente se nos prendió un foquito y quisimos ir, pero por alguna razón ya no nos metimos.
Siempre cuando nos dicen de alguna noticia que lleve consigo algo de sangre queremos saber más, el instinto de chisme y morbo sale a la luz por naturaleza, así que este jueves quisimos ir a ver de qué se trataba el asunto.
En cada conferencia invitan a los estudiantes de las carreras que les pueda interesar el tema, así que ahí vamos los de comunicación y los de derecho, hasta esperamos afuerita a que nos abrieran el auditorio para ocupar un buen lugar (no como siempre que vamos de a fuerzas que tratamos de llegar tarde y buscar un asiento hasta atrás del salón), porque nos prometieron que la plática iba a estar buena, además de advertirnos que comiéramos porque las fotos que nos iban a poner “tal vez estarán un poco fuertes”.
Una de mis compañeras estaba emocionadísima porque su segunda opción era ser médico forense, y todo el día se la pasó diciendo “si me gusta la plática te juro que me cambio de carrera”.
"Un poco fuertes" ja ja ja. La primera diapositiva de la exposición eran dos tipos acostados sin cabeza, con toda la sangre alrededor, y así una foto tras otra y yo mientras me iba hundiendo cada vez más en la silla porque las imágenes me causaban una ansiedad horrible, pura sangre y montones de muertos de todas las edades, y eso cuando se le hallaba forma a lo que aparecía en la proyección, porque también salieron unas cosas que para qué les cuento. Le pregunté como 3 veces a mi compañera que si de verdad eso era lo suyo y las tres veces me contestó que sí con la cabeza sin dejar de ponerle atención al discurso.
Como por ratos dejaba de ver las diapositivas, ya que no tenía ningunas ganas de que se me revolviera el estómago, me puse a divagar acerca de en qué estaría pensando Luis Felipe Hernández al hacer lo que hizo en el metro Balderas el viernes pasado, me empecé a preguntar qué llevará a alguien a cometer semejantes actos, qué les habrá pasado en la vida para juntar tanta ira y herir a los demás. Una locura bien extrema tal vez.
Pero nadie experimenta en cabeza ajena, así que no pude responder a estas preguntas, creo que ni siquiera almaceno tanta ira en la vida diaria como para estar así de furiosa y joder a quien se me ponga en frente como ese tipo. Y aunque sí tengo un humor de perros trato de ser consciente, porque siempre me acuerdo del profe Chava de la Torre que decía “el que se caliente es plancha”, o de mi papá que dice “donde hay un loco con uno basta”.
Pero ¡ah como hay locos sueltos por todos lados! Sobra decir que la conferencia no me gustó nada, y que aún tengo algunas imágenes dándome lata en la cabeza, me encantaría tener 6 años otra vez para seguir creyendo en los reyes magos.
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