Sumario


Una receta

Ingleses, brasileños, gringos, todo mundo explota el petróleo que hay en el Golfo de México, menos México, porque su "soberanía" se pondría en riesgo si se permite la inversión privada y más aún si se trata de capital extranjero, según los trasnochados (y convenencieros) nacionalistas de las cavernas que están frenando el desarrollo del país. Esta crisis aún tiene remedio, si se dejan de estupideces... Pero hablemos hoy de otra cosa, que tal vez le pueda ser de utilidad a alguno de nuestros lectores:

Yo no creo en las hierbas o frutos o brebajes que lo curan todo y que aparecen como por generación espontánea un día sí y otro también, ya sea en los programas de televisión que pasan en la madrugada o simplemente en la llamada Radio Bemba. Que el noni, que el mangostán y que no sé cuantas cosas más que curan desde las hemorroides hasta el mal aliento, pasando -por supuesto- por el cáncer y el sida. No sólo desconfío sino que incluso me causan risa.

Sin embargo, recordando aquello de que un perdido a todas va, y sobre todo que mi cuñado murió en mis brazos a causa de un cáncer en la columna vertebral, que lo empezó a consumir recién egresado de la facultad de medicina, quiero platicarle algo al lector.

Un amigo periodista que dirige un semanario en Estados Unidos, en Texas, me mandó un correo electrónico cuyo título decía "Sacerdote franciscano da receta para curar el cáncer". Lo primero que pensé fue borrarlo sin leerlo, pero por venir de alguien que casi nunca me escriben decidí echarle una ojeada por lo menos al primer párrafo.

Y en cuanto comencé a leer, lo segundo que pensé fue en contestarle con ironías diciéndole que no mame. Pero conforme avancé en la lectura me interesó más y más, al grado de que finalmente decidí copiar parte del texto y compartirlo con los lectores del Sumario. Esto porque además de lo que decía en el correo que le habían mandado a mi amigo y que me reenviaba éste, venía el resultado de la investigación que como buen periodista que es se puso a hacer de inmediato y me pareció que la explicación acerca de la receta podría tener algún sentido.

"Una sencilla receta -decía el correo original- basándose en la sábila (aloe), preparada por un sacerdote franciscano que no se opone a revelarla, causa revuelo en las montañas de Judea . No es un milagro, tú puedes curar el cáncer y otras enfermedades".

Y agregaba: "Queridos amigos, amigas, hermanos y hermanas: Lo que van a leer a continuación salió publicado en el periódico Listín Diario, de Santo Domingo, hace un mes. En verdad les digo que al leerlo no creía mucho en lo que me decía el artículo. Este remedio se le debe a un fraile franciscano al que llaman en Belén (Brasil), Fray Romano, de origen brasileño, actualmente es maestro en el seminario de Belén".

Antes de darles la receta -agregaba el correo que recibió mi amigo periodista-, quiero decirles mi experiencia personal. Tengo conocimiento de varias personas que se han curado después de beber el brebaje, a las cuales les daban menos de un mes de vida por el padecimiento de diferentes tipos de cáncer terminal. Y luego del conocimiento de las virtudes de este medicamento, totalmente natural, me he propuesto hacerlo circular por esta vía, para que cualquier persona que tenga un amigo o pariente relacionado con esta terrible enfermedad, prepare la receta y se lo dé a tomar. Ya verán el resultado a la semana de estar tomándolo, se los aseguro, es algo que trabaja rápidamente".

A continuación da a conocer la receta y la forma de preparar el medicamento y de tomarlo, y agrega que desde hace seis años el fraile está usando esta receta con óptimos resultados, que ya ha curado a varias decenas de personas en Belén y sus alrededores y asegura que no sólo cura el cáncer de piel, de garganta, de pecho, del útero, del cerebro, del pulmón, de la próstata, la leucemia, etc. sino que también lo previene, porque es un restaurador de células natural y refuerza nuestro sistema inmunológico.

Cuenta que últimamente curó a una religiosa italiana de 29 años enferma de esclerosis, y dice que el que desee un testimonio de alguien que estaba desahuciado de cáncer pulmonar, puede contactar al señor Fausto Pimentel, en Santo Domingo, Republica Dominicana al teléfono (809) 247-2316, que este señor es el que publicó lo contado más arriba como agradecimiento a la vida por haberse curado cuando sólo le daban pocos días de vida.

Mi amigo periodista se puso a buscar algo acerca del tal Fray Romano y encontró que es el autor de un libro llamado "El poder curativo del aloe vera" publicado hace varios años. Se trata del padre Romano Zago, de ascendencia italiana, que nació el 11 de abril del 1932 en Brasil, en el actual municipio de Progreso. Con sólo once años entró al seminario Seráfico San Francisco, de Taquari donde terminó sus estudios. Se hizo novicio en 1952, estudió Filosofía en Daltro Filho y Teología en Divinípolis, en el Mato Grosso. Se ordenó como sacerdote en la orden de los Frailes Menores y muy pronto recibió el nombramiento como profesor en el seminario de Taquari donde había iniciado sus estudios. En 1971 consiguió también el título de Licenciado en Letras y enseña francés, español, portugués y latín en diversos centros pertenecientes a su orden. En 1991 fue enviado a Israel donde continuó su labor de enseñanza a los jóvenes. Actualmente vive y trabaja en Brasil, a donde regresó al término de su misión en Tierra Santa.

Fue en Israel donde el Padre Romano realizó su descubrimiento. El aloe vera, o sábila, muy abundante en la región, es la "materia prima" en la que concentra su atención en los momentos de ocio. Ya conocía la planta -dijo después-, "en Brasil mi madre nos la daba siempre como lenitivo, cuando de niños nos heríamos mientras jugábamos o para tantos otros pequeños percances relacionados con daños físicos, pero entonces no creía que una planta tan menuda y difundida pudiese tener un poder curativo tan grande". Mezclando el jugo que se obtiene al batir las hojas de la planta con simple miel de abeja y aguardiente, se consigue un compuesto con unas propiedades curativas extraordinarias. Sus primeros pacientes a quienes el Padre Romano dio algunas dosis de la solución, fueron sus conciudadanos en Israel, cristianos, hebreos y musulmanes, indistintamente.

La investigación del Padre Romano Zago se publicó en la conocida revista "Tierra Santa" y en otras importantes publicaciones especializadas. Y así comenzó la notoriedad para el monje franciscano y su elixir de larga vida. A su regreso a Brasil en 1995 divulgó su fórmula y empezó a dedicarse en forma continua a sus experimentaciones y al cuidado de los enfermos más graves y desesperados. Convencido por las numerosas curaciones asombrosas, recogió su experiencia en el libro “O cancer tem cura” (“Di cancro si può guarire” - “Es posible sanar del cáncer”), edición italiana Adle Ediziones, Padua), en el cual el Padre Romano expone con sencillez y claridad la práctica de la cura de la “enfermedad del siglo” a través de su bebida extraída del aloe. “Si algunos se han curado valiéndose de este método simple y económico, ¿por qué no darles la misma oportunidad a más personas?, este es mi único objetivo”, explica en su libro el padre Romano Zago.

En 1998 el padre Zago autorizó a una industria brasileña a producir en su nombre el compuesto a base de aloe (sábila) y fue entonces cuando comenzó la historia del “Aloe vera del padre Romano Zago”, bebida elaborada conforme a la fórmula original y comercializada en muchos países. En el mismo año se creó la Fundación "Fray Romano Zago", que además de ocuparse en tareas humanitarias de ayuda a personas con dificultades y de solidaridad en general, realiza una intensa actividad de difusión e investigación de las ventajas y de las propiedades curativas de los productos naturales, entre los que el aloe ocupa, obviamente, un lugar de primer plano.

“Honestamente -dice- no pretendo ser considerado como el creador o el inventor del método, ni mucho menos presentarme como el pionero, o sea, como el primero que ha aplicado esta fórmula con éxito. Eso no correspondería a la realidad. Otros, mucho antes que yo, deberían atribuirse legítimamente ese derecho”. Con estas palabras el Padre Romano quiere resaltar el hecho de haber sido el principal difusor, aunque no el inventor de la fórmula. En realidad él la recogió de la sabiduría popular, de la gente de las chabolas con quien él trabajaba, y de las enseñanzas de otros padres franciscanos como el padre Arno Reckzigel, que fue Padre Provincial durante su estancia en Río Grande do Sul.

Esta es la fórmula del padre Romano Zago. Ingredientes: Medio kilo de miel de abeja; de 40 a 50 mililitros (unas 6 cucharadas) de destilado, que puede ser aguardiente, coñac, whisky, etc.; y de 350 a 400 gramos de hojas de aloe vera (dos hojas grandes o tres pequeñas).

¿Cómo se prepara?, se eliminan las espinas de los bordes de las hojas y el polvo depositado en ellas utilizando un trapo seco o una esponja, después se cortan en trozos las hojas (sin quitar la corteza) y se meten en la licuadora junto con la miel y al destilado elegido, se bate bien y el preparado está listo para su consumo. No hay que filtrarlo, ni cocerlo, sino sólo conservarlo con cuidado en el refrigerador dentro de un envase oscuro, bien cerrado.

Las dosis que aconseja el Padre Romano son una cucharada sopera media hora antes de cada una de las tres comidas principales. Se debe agitar bien el producto antes del uso, y una vez terminado el primer frasco se recomienda someterse a una visita médica para comprobar el estado de la enfermedad. Según sea el parecer del facultativo, después de una pausa de varios días se puede repetir el ciclo del tratamiento hasta la eliminación del mal.

Debe utilizarse una planta madura de aloe o sábila, es decir de por lo menos cuatro años, y es importante que la miel sea también de óptima calidad y sobre todo natural, precisamente a causa de su carácter de “portadora” de las sustancias benéficas contenidas en el aloe.

El éxito de la fórmula se debe a sus tres ingredientes: principalmente el aloe, además de la miel y el aguardiente. ¿Por qué se han elegido la miel y el aguardiente (o coñac o brandy) para acompañar las propiedades del aloe? La explicación es simple -dice el Padre Romano-, la miel, siempre que se trate de miel de abeja natural y no (demasiado) tratada, tiene la propiedad de transportar, de conducir las sustancias curativas contenidas en el jugo del aloe hasta los receptores más remotos de nuestro organismo, permitiéndole ejercitar su acción benéfica. Y por su parte el aguardiente efectúa una acción de vasodilatación, es decir, ensancha los vasos sanguíneos facilitando la depuración general del organismo. La sangre puede así purificarse eliminando las sustancias patógenas. Por lo demás, el organismo humano no podría absorber íntegramente el líquido viscoso y rico en propiedades, la aloína -que mana de la planta del aloe cuando se le practica una incisión- sin disolverlo en un destilado.

Me parece que todo esto tiene sentido, no sé qué opinen los lectores.
Y por lo que se refiere a las reacciones secundarias que suministrar el aloe puede causar, el padre Romano Zago advierte que no deben asustarnos. En efecto -dice-, suponen la expulsión, la liberación completa de las sustancias impuras por parte de nuestro organismo, y sobre todo, cuando se producen tienen una duración limitada, de uno a tres días como máximo.

Por lo tanto la persona que toma la bebida a base de aloe puede experimentar erupciones cutáneas, o diarrea o en los casos más acentuados, conatos de vómito, pero -según el Padre Romano- ello indicaría que se va por buen camino y que los esfuerzos realizados comienzan a dar sus frutos. Todos pueden emplear este preparado, aunque se desaconseja su uso en las embarazadas por su particular condición.

Pues ahí está. Le digo, yo soy escéptico respecto al uso de cualquier medicamento que no haya sido declarado eficaz por la ciencia, y hasta me gana la risa cuando me dicen que cura males incurables. Pero le digo también que un perdido a todas va, y que si hubiera sabido esto antes de que muriera mi cuñado de cáncer, seguro lo hubiéramos intentado.

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