¡Ayudemos a los jóvenes!

Por el padre Miguel Ángel
padre.miguel.angel@hotmail.com

Una joven llamada Rosa María, pensando que sus papás no le darían permiso para ir a una fiesta con sus amigos, les mintió diciéndoles que iba al cine con una compañera.

Aunque se sintió un poco mal porque no les dijo la verdad, tampoco le dio muchas vueltas al asunto y se dispuso a divertirse. En la fiesta se la pasó muy bien y al final su amigo Pedro, que ya estaba medio borracho, la invitó a dar un paseo, pero antes se puso a dar una fumadita… Rosa María no podía creer que él estuviera fumando eso… pero, aún así subió al coche con él. De repente, Pedro comenzó a propasarse.

Eso no era lo que Rosa María había pensado que sucediera. “Tal vez mis padres tienen razón“ pensó. “Quizá soy muy joven para salir así. Cómo pude ser tan tonta“. Por favor Pedro, llévame a mi casa, no me quiero quedar contigo. Molesto, Pedro arrancó al carro y comenzó a manejar a toda velocidad. Rosa María asustada le rogó que fuera más despacio, pero mientras ella más le suplicaba, él más pisaba el acelerador. De repente, vio un gran resplandor.

“Dios ayúdanos, vamos a chocar“. Ella recibió toda la fuerza del impacto, todo de repente se puso negro. Semiinconsciente sintió que alguien la sacó del auto retorcido y escuchó voces: ¡Llamen a la ambulancia! Estos jóvenes están en problemas. Le pareció oír que había dos vehículos involucrados en el choque. Despertó en el hospital viendo caras tristes.

“Estuviste en un choque terrible“ dijo alguien. Se enteró de que Pedro estaba muerto. A ella misma le dijeron “Rosa María hacemos todo lo que podemos, no queremos perderte a ti también“. Oiga… ¿Y la gente del otro carro? Preguntó Rosa María llorando. “Murieron también“. Rosa María rezó: “Dios, perdóname por lo que he hecho, yo solo quería una noche de diversión… solo eso”. Y dirigiéndose a una de las enfermeras, pidió: Señorita… por favor, dígale a la familia de los que iban en el otro coche que me perdonen, que yo quisiera regresarles a sus seres queridos. Dígale a mi mamá y a mi papá que lo siento, porque mentí, y que me siento terriblemente culpable de que varios hayan muerto.

Por favor enfermera ¿les podría decir esto de mi parte? Se lo ruego… la enfermera se quedó callada como una estatua. Minutos después, Rosa María también murió. Un hombre cuestionó entonces duramente a la enfermera: ¿Por qué no hizo lo posible para cumplir la última voluntad de esa muchacha, por qué se quedó callada?

La enfermera miró al hombre con ojos llenos de tristeza y le dijo: Por una razón… Porque la gente que iba en el otro coche eran sus papás que habían salido a buscarla. Muchas veces, en distintas parte del mundo, puedan suceder estas cosas tan tristes y tan lamentables; por eso es muy importante que ayudemos a nuestros jóvenes y adolescentes para que no se expongan a tantos peligros. Todos queremos que la juventud sea muy sincera con sus papás y que se diviertan sanamente evitando lugares y amistades peligrosas.

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