Señor de la Misericordia: danos sacerdotes santos

Por el padre Miguel Ángel
padre.miguel.angel@hotmail.com

En medio de los testigos al Señor de la Misericordia, celebraremos este domingo 25 de abril el “Día mundial de oración por las vocaciones”. Es muy importante la oración en familia para que Dios nos bendita con religiosas y sacerdotes santos.

Quien es sacerdote no es porque a él se le haya ocurrido serlo o porque simplemente lo hubiera deseado; sino que todo sacerdote percibió en algún momento de su vida, el llamado de Dios para consagrarlo a una misión especial.

A través de distintos medios humanos, como pudo haber sido el testimonio de otro sacerdote, la visita de un seminarista a su comunidad parroquial, una noticia que leyó acerca de la necesidad de los sacerdotes y le sembró una inquietud la invitación de su catequista o de sus padres, etc. El ahora sacerdote, antes de serlo, comenzó a plantearse la posibilidad de ser algún día un servidor entre sus hermanos; y así, poco a poco, fue descubriendo su vocación. Con el paso del tiempo, ingresó al seminario, para estar a los pies del Maestro y después de varios años de formación fue enviado a predicar, al igual que los primeros discípulos que Jesús eligió durante su vida terrena.

Pero, ¿Cómo descubre un joven que es llamado a la vida sacerdotal? El Papa Benedicto XVI, ante esta pregunta, respondió:

“Es importante estar atentos a los gestos del Señor en nuestro camino. El nos habla a través de acontecimientos, a través de personas, a través de encuentros y es preciso estar atentos a todo esto. Luego, segundo punto, entrar realmente en amistad con Jesús, en una relación personal con El; no debemos limitarnos a saber quién es Jesús a través de los demás o de los libros, sino que debemos vivir una relación cada vez más profunda de amistad personal con El, en la que podamos comenzar a descubrir lo que El nos pide. Luego, debo prestar atención a lo que soy, a mis posibilidades: por una parte, valentía y por otra humildad, confianza y apertura, también con la ayuda de los amigos, de la autoridad de la Iglesia y también de los sacerdotes, de las familias. ¿Qué quiere el Señor de mí? Ciertamente, eso sigue siendo siempre una gran aventura, pero sólo podemos realizarnos en la vida si tenemos la valentía de afrontar la aventura, la confianza en que el Señor no me dejará solo, en que el Señor me acompañará, me ayudará.

Hay quienes creen que el sacerdocio es una de tantas profesiones, sin embargo el sacerdote no es un profesionista más que presta un servicio determinado a la comunidad: no es un trabajador social, aunque también busca la justicia; no es un psicólogo, aunque escucha los problemas de tantas personas; el lugar donde se forma no es una universidad, sino un seminario. El sacerdote no ejerce una profesión, sino que realiza un proyecto vocacional. Con su ministerio, día con día responde al llamado de Cristo para seguirlo ocupando un lugar específico en la obra de la evangelización; en la construcción del Reino de Dios. Se trata de una invitación gratuita, que sin mérito alguno de quien la recibe, Cristo hace a persona elegidas por El. En cambio, una profesión es una elección libre en la cual entran en juego las capacidades y los intereses personales y en las que no interviene un llamado específico de Dios. A diferencia de la vocación sacerdotal, una persona puede llegar a ser abogado, médico o ingeniero sin que se dé una llamada divina. En cambio, el sacerdote debe saberse llamado por Cristo para poder ordenarse.

Lo propio del sacerdote es santificar, enseñar y apacentar al Pueblo de Dios. Si celebra los sacramentos, principalmente la Eucaristía y la Reconciliación; si exhorta a los fieles con la Palabra de Dios; si trabaja por promover los diversos carismas en la comunidad parroquial; todo ellos lo hace en virtud del encargo recibido por Dios. Toda su actividad sacerdotal se sustenta y sostiene por su vocación y ser sacerdotal, por su configuración con Cristo, Cabeza y Pastor, recibida el día de su ordenación. Asimismo, el sacerdote reconocer que depende totalmente de Dios y por ellos busca entrar en comunión con El mediante la diaria oración y la celebración de los sacramentos ya que sin El, su ministerio carecería de sentido, pues es algo que supera y con mucho sus propias capacidades y cualidades humanas.

¡Gracias al sacerdote joven, por su entusiasmo e ilusión en la evangelización!,¡Gracias al sacerdote enfermo, que no obstante sus limitaciones sirve con alegría!,¡Gracias a los señores curas, que día a día sirven a su comunidad parroquial!,¡Gracias a los padres formadores por los esfuerzos en la delicada tarea de formas pastores!, ¡Gracias a los sacerdotes que realizan su ministerio en situaciones particularmente difíciles!,¡Gracias a los sacerdotes ancianos por su ejemplo, generosidad y entrega! Asimismo, no dudemos en manifestar nuestro reconocimiento y gratitud a los hermanos sacerdotes que Dios ha puesto junto a nosotros para acompañarnos en el ejercicio de nuestros hermanos que requiere de nuestro apoyo en su ministerio. La gratitud es una virtud que particularmente debemos vivir en nuestra vida sacerdotal y de manera especial, debemos procurar ser agradecidos con quienes Dios nos ha hermanado a través del sacramento del Orden.

Publicar un comentario

0 Comentarios