¡Hay que empujar la roca!

Por el padre Miguel Ángel
padre.miguel.angel@hotmail.com


Eugenio, campesino de la montaña, vivía deprimido porque sus cosechas no satisfacían las necesidades de su familia ni llenaban los sueños de su corazón.

Una tarde que dormía, su habitación se iluminó. El Señor Dios lo llamó por su nombre dos veces y le dijo que tenía una tarea para él. Le mostró una gran roca frente a la cabaña. Le explicó que debía empujar las piedras con todas sus fuerzas.

Eugenio obedeció la orden del Señor. Días tras día; semana tras semana y por muchos años, desde que salía el sol hasta el ocaso, empujaba la fría piedra, pero ésta no se movía.

Cada noche regresaba a su cabaña muy cansado y frustrado. Satanás entró en escena, haciéndole sentir que su trabajo era en vano y no tenía sentido.

-Has estado empujando esa roca por mucho tiempo y no se ha movido. Es inútil. Eres un fracasado.

Estos pensamientos incrementaron su desilusión. Satanás con una sonrisa irónica, añadió.

-Ni insistas ni te esfuerces. No hay nada más deprimente que no obtener resultado de lo que se hace. ¿Por qué esforzarte entonces todo el día en esta tarea inútil?

Eugenio estaba escuchando precisamente lo que él muchas veces había pensado, pero antes de renunciar a su tarea, decidió reclamarle a Dios:

-Quiero renunciar a esta faena que no da resultados. Es absurdo y hasta deprimente estar intentando una misión imposible. Por más esfuerzo, no he logrado mover la roca ni un milímetro.

El Señor le respondió con compasión:

-Querido Eugenio, te dije que tu tarea era empujar la roca con todas tus fuerzas y lo has hecho con perseverancia. Yo no esperaba que la movieras. Tu tarea era empujar, sólo empujar. No has fracasado. Mira ahora tus brazos, están musculosos; tu espalda fuerte; tus manos robustas por la constante presión, tus piernas se han vuelto firmes. A pesar de la adversidad, tus posibilidades para encarar otros retos se han agigantado. Este ejercicio era sólo el campo de entrenamiento para que pudieras enfrentar con persistencia otros desafíos. Mi plan no era que movieras la roca, si no que te movieras tú, que te fortalecieras y no claudicaras cuando no ves los resultados que tú esperabas.

En muchas ocasiones Dios nos pide “empujar la roca” con todas nuestras fuerzas, sin claudicar. No porque espere que la movamos, sino para fortalecer nuestra voluntad, afianzar nuestro carácter y aumentar la confianza en nosotros mismos.

Cuando las mujeres van aquella mañana al sepulcro de Jesús, recuerdan que la piedra que lo cubría era demasiado grande. Pero a ellas no les toca moverla, sino seguir caminando.
Jesús dice a todos nosotros:

Cuando todo parezca ir mal o estés agotado por el trabajo… ¡Sólo empuja!

Cuando la gente no se comporte de la manera que te parece que debería… ¡Sólo empuja!

Cuando te traicionen los amigos… ¡Sólo empuja!

Cuando no tienes dinero para pagar tus cuentas… ¡Sólo empuja!

Cuando te sientas agotado y sin fuerza… y te parezca que yo no percibo tus esfuerzos… ¡Sólo empuja!

Cuando seas tentado al desánimo, porque no ves fruto alguno de tu trabajo… ¡Sólo empuja!

Cuando la piedra de tus problemas no se mueva un solo milímetro y la piedra del sepulcro, que representa todo tipo de muerte, sea muy grande… ¡Sólo empuja!

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