El que se perdió en el desierto

Por el padre Miguel Ángel
padre.miguel.angel@hotmail.com

Un hombre está perdido en el desierto, destinado a morir de sed. Para su buena fortuna, llegó a una cabaña vieja, desmoronada, sin ventanas y sin techos.

El hombre anduvo por ahí y se encontró con una pequeña sombra dónde acomodarse para huir del calor y del sol desértico.

Mirando a su alrededor, vio una vieja bomba de agua oxidada, se arrastró hasta ella, tomó de la manivela y comenzó a bombear y bombear sin parar, pero nada sucedía.

Desilusionado, cayó postrado para atrás y notó que a su lado había una botella vieja; la miró, la limpió de todo el polvo que la rodeaba y pudo leer un recado que decía:

“Usted necesita primero preparar la bomba con toda el agua que contiene esta botella; después, por favor tenga la gentileza de llenarla y nuevamente antes de marcharse”.

El hombre desenroscó la tapa de la botella y en realidad, ahí estaba el agua. La botella estaba llena de agua.

De repente, él se vio en un dilema: si bebía aquella agua, él podría sobrevivir, pero si la vertía en esa bomba vieja y oxidada tal vez obtendría agua fresca, bien fría, del fondo del pozo y podría tomar toda el agua que el quisiera. O tal vez no, tal vez la bomba no funcionaría y el agua de la botella sería desperdiciada.

¿Qué hacer? ¿Derramar el agua en la bomba y esperar a que saliera agua fresca, o beber el agua vieja de la botella e ignorar el mensaje? ¿Debía perderse toda esa agua, confiando ciegamente en las instrucciones de la botella escritas no sé cuánto tiempo atrás?

Con mucha indecisión, el hombre derramó toda el agua en la bomba, enseguida agarró la manivela y comenzó a bombear. La bomba comenzó a rechinar sin parar, y nada pasaba, pero de pronto, aún con sus ruidos, surgió un hilo de agua, después un pequeño flujo y finalmente el agua corrió con abundancia: agua fresca y cristalina.

El llenó una y otra vez la botella y bebió ansiosamente, tomando aún más agua refrescante que la que hubiera confiado el mensaje. Enseguida, la volvió a llenar, dejando la botella al tope para el próximo viajero, tomó la pequeña nota y aumentó la frase:

“Créame que funciona, usted tiene que dar toda el agua, antes de obtenerla nuevamente”.
Muchas veces en nuestra vida se nos presentan oportunidades para decidir si nos vamos por más fácil y seguro o por el contrario elegimos lo más difícil y riesgoso, pero que va a traer beneficios a otras personas.

Se necesita mucha generosidad para saber elegir aquello que va a beneficiar a otros, pues si pensamos sólo en nuestro provecho, nos estaremos volviendo totalmente egoístas.

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