Pórtico: Elementos

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¿Qué duele más, un balazo o una liquidación laboral?

En estos días, el tema de la (in)seguridad pública comienza a calentarse, con los estallidos de bombas, granadas, narcoejecuciones, levantones y todos esos actos que aterrorizan a nuestra comunidad y son notas principales en los medios.

Discutiendo el tema con un colega, hablábamos de los “elementos de seguridad pública” y no precisamente de los hombres (o mujeres) que visten uniforme y montan una patrulla y portan armas. Hablamos de los verdaderos elementos que a la población le brindan seguridad pública y en los cuales las autoridades deberían invertir más recursos.

Tal vez el lector pueda estar de acuerdo con el columnista. Coincidíamos en que hoy en día, ante las estrategias de la autoridad para contener a los delincuentes organizados (muy bien organizados), se han armado a los patrulleros hasta con los dientes. Se han comprado mejores armas, mejores chalecos, unas camionetotas, pasamontañas y una ardua capacitación. Eso es evidente y se incluye en los informes de cada gobierno.

Sin embargo, para el pueblo de a pié, esos no son elementos reales de seguridad pública, esos son policías mejor armados.

Para el ama de casa, que tiene hijos adolescentes o jóvenes, elementos de seguridad son calles empedradas o asfaltadas, banquetas en buen estado, alumbrado público suficiente, parques y jardines seguros, sin maleza, con áreas de juegos y limpios.

Para el padre de familia, elementos de seguridad son tener empleo, que haya transporte urbano fiable, que pueda pedirle ayuda a sus hijos para ir a la tienda, sin que les sorprendan los vándalos, los distribuidores de droga.

Para la familia en general, elementos de seguridad son el empleo, recibir el sueldo a tiempo, poder estudiar, poder iniciar un negocio fijo; poder salir a pasear y tener opciones de ocio accesibles.

En fin, si para algunas autoridades contar con elementos de seguridad pública significa tener policías más musculosos, armas más largas y camionetones con doble tracción; tal vez sea hora de comenzar a acercar el diálogo entre gobernantes y gobernados.

En los últimos años todos los poderes (federal, estatales y municipales) hablan y presumen millonarias inversiones en armar a las policías, pero los ciudadanos lamentan que cada día que pasa, la violencia, la inseguridad la perciben más cercana a su domicilio, a su familia. Podría estarse invirtiendo, entonces, el dinero en un renglón erróneo, no tan efectivo.

Eso podría ser un tema a discutir entre autoridades y ciudadanos. Podría ser. Lo cierto es que algo debemos hacer, todos, autoridades y ciudadanos, para empalmar las metas y las percepciones. Si el gobierno quiere actuar contra la delincuencia, tal vez debería comenzar por lo básico: satisfacer las necesidades más próximas de la gente.

Luego, si le sobra algo de dinero, comprar armas más potentes… que por cierto, de casi nada les están sirviendo para contener las granadas, las bombas y las ráfagas sorpresivas de los que han ya impuesto su imagen entre la sociedad.

Tal vez cuando la gente del pueblo tenga qué comer, dónde dormir, dónde trabajar dignamente y dónde divertirse sanamente, tal vez hablemos, entonces, de verdaderos elementos de seguridad.

Este escrito va con mi más amplio respeto a todos esos hombres y mujeres que laboran en los cuerpos policíacos y que arriesgan a diario su vida por ahuyentar a los delincuentes de nuestras actividades cotidianas, a cambio de un miserable sueldo y horarios inhumanos de trabajo…

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