Los velos son negros, para evitar la tristeza
Debe haber muchos temas que les preocupan a los políticos, pero ninguno como el que les demuestren que son poco transparentes en sus decisiones, en sus compras, en sus adquisiciones. Esta semana, en Guadalajara, un organismo ciudadano, conocido como CIMTRA (Ciudadanos por Municipios Transparentes), dio a conocer los resultados de una investigación que hacen cada año y donde miden qué tan transparentes son las autoridades municipales de Jalisco.
Como todo se concentra en la Zona Metropolitana, allá son medidos, investigados, acusados, vitoreados, etc. Este año, o bien, el año pasado; esos de CIMTRA decidieron incluir a Tepatitlán y otros municipios “del interior” de Jalisco para meterlos a la cristalería…
¡Y vaya sorpresa!, Tepatitlán es de los menos transparentes, según los parámetros medidos por ese corporativo ciudadano. Tepatitlán apenas alcanzó 33 puntos de 100 posibles en la calificación sobre cómo informa el gobierno de sus decisiones y compras a sus ciudadanos.
El tema puede dar para mucho o para nada. Todo depende de cómo las autoridades quieran ser vistas o de cómo los ciudadanos quieran ver a sus autoridades. Si al pueblo le vale un cacahuate lo que haga la autoridad, en tanto le organicen fiestones como el de la “Piñatota” y las gorras de la feriabril; entonces no pasará nada.
Pero si el pueblo se mete de lleno a preguntarle a la autoridad (cualquiera que sea su color), en qué se gasta el dinero de todos y por qué contrata o no a ciertas o tales empresas y a qué precios. Entonces Tepatitlán ganará mucho.
Por el otro lado, si a los funcionarios les da por rasgarse las vestiduras al conocer que son poco transparentes, y luego acusan a propios y ajenos de querer dañar su imagen: malo, no vamos a pasar de ser un pueblote con una gorda, fea e inoperante burocracia.
Si por el contrario, los funcionarios toman este resultado como un reto, como una base para mejorar sus indicadores de transparencia, de rendición de cuentas, entonces la administración del cambio pasará a la historia por congruente, porque tras muchos intentos por ciudadanizar los temas, por abrir las cuentas al pueblo, por rendir cuentas y no sólo informes, entonces la alcaldesa se estará anotando un 10. Si su equipo le ayuda, claro, a mostrarse más transparente.
Como siempre ocurre en las administraciones, comienzan a salir dedos flamígeros que apuntan presuntas compras irregulares, dádivas, diezmos y favores a cambio de obras, desarrollos adquisiciones. El tema es el mismo: la posible corrupción de funcionarios.
Lo importante sería –para la autoridad, claro-, abrir la información al pueblo, vía internet, vía regidores de oposición, vía consejos ciudadanos, instituciones sociales.
Reprobrar una evaluación anual no es problema. Se convertiría en problema cuando, sabiendo en qué estas fallando, omitan acciones para corregirse. Si no se corrige, entonces se podrían darse elementos a los opositores en que algo no avanza correctamente.
Si, por el contrario, la administración reconoce sus debilidades, aplica medidas correctivas y transparenta su funcionamiento, entonces tendrá, el próximo año (electorero, por cierto), una buena estrella qué colgarse en la solapa. Ser transparentes en la administración pública ya no es opción, es una obligación legal.
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