Señor, dame un hijo sacerdote

Por el padre Miguel Ángel
padre.miguel.angel@hotmail.com


 
Un amigo sacerdote de España me contó la siguiente historia:

“Provengo de una familia cristiana. Estudié en un colegio de las Hijas de la Caridad. Al acabar la carrera universitaria decidí, finalmente, entrar al seminario”.

Un día, siendo yo seminarista, llegó al pueblo una nueva religiosa Hija de la Caridad y quiso conocer a mi familia. Llegó a casa y saludó a mis padres. Recuerdo este momento como algo impactante en mi vida, algo difícil de describir. Ella preguntó a mi madre qué le parecía que yo estuviese en el seminario y mi madre respondió que le parecía muy bien. La hermana continuó preguntando: “¿Está usted, entonces contenta con que su hijo vaya a ser sacerdote?”.

Entonces mi madre, sin contestar ni una palabra, se dirigió a su habitación, sacó una estampita ya vieja, que decía: “Oración de una madre para pedir un hijo sacerdote”. La hermana se sorprendió y preguntó a mi madre si rezaba esa oración. Mi padre respondió: La reza cada día.

Fue algo impactante para mí, pues yo no lo sabía. Mi madre calladamente, había hecho esa oración diariamente, aún cuando una vez me dijo, ante mi propuesta de entrar al seminario, que esperase un poco. Yo lo único que pude decirle fue: “Ahora lo entiendo todo, por más que yo me resistiera a entrar en el seminario, la batalla la tenía perdida ante una madre que cada día se pone ante Dios para pedir la gracia de tener un hijo sacerdote.

Fueron su oración, su vida y su educación cristiana, los medios de que Dios se sirvió para que yo hoy pueda se sacerdote; por eso agradezco a Dios la oración y el testimonio de mi madre.

Este domingo, además de recordar a los maestros y maestras en su día, también celebramos la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones.

Que importante es tener presentes las palabras de Jesucristo invitándonos a pedir al dueño de los campos que mande trabajadores a recoger la cosecha, es decir que recemos para conseguir santas vocaciones para el sacerdocio, para a vida religiosa y para la vida misionera.

No hay que descuidar sobre todo el buen ejemplo para los hijos y un gran empeño en la educación cristiana, evitándoles las malas compañías que tanto dañan.

Aunque la vocación sacerdotal y religiosa es regalo de Dios, casi siempre pasa por el corazón de las mamás y de los papás.

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