Por Oscar Maldonado Villalpando
La Fiesta de la Divina Misericordia había
sido, hasta el año 2000 una devoción privada. Pero ya el 5 de mayo de ese año
la Congregación del Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos de la Santa
Sede declaró el Segundo Domingo de Pascua, es decir, el domingo siguiente al
Domingo de Resurrección, como “Segundo Domingo de Pascua o de la Divina
Misericordia”.
El Papa Juan Pablo II había dado la
sorpresa al mundo de hacer ese anuncio el día en que canonizó a Sor Faustina
Kowalska, precisamente en el Domingo de la Divina Misericordia del año 2000.
“En todo el mundo el Segundo Domingo de Pascua recibirá el nombre de Domingo de
la Divina Misericordia. Una invitación perenne para el mundo cristiano a
afrontar, con confianza en la benevolencia divina, las dificultades y las
pruebas que esperan al género humano en los años venideros”.
Así, lo que era una devoción privada, muy
extendida ya en muchas partes del mundo católico, pasó a ser Fiesta oficial de
la Iglesia. El Papa dispuso que se conservaran los mismos textos tanto en el
Misal Romano, como en la Liturgia de las Horas.
El texto evangélico de ese domingo (Jn.
20, 19-31) es elocuente en cuanto a la Misericordia Divina: narra la
institución del Sacramento de la Confesión o del Perdón. Es el Sacramento de la
Misericordia Divina.
¿En qué consiste, entonces, esta Fiesta
de la Divina Misericordia? He aquí lo que dijo Jesús a Santa Faustina: “Deseo
que la Fiesta de la Misericordia sea un refugio y amparo para todas las almas
y, especialmente, para los pobres pecadores. Ese día están abiertas las
entrañas de mi Misericordia. Derramo un mar de gracias sobre las almas que se
acerquen al manantial de mi Misericordia. El alma que se confiese y reciba la
Santa Comunión obtendrá el perdón total de las culpas y de las penas” (Diario
699).
Es decir, quien arrepentido se confiese y
comulgue el Domingo de la Divina Misericordia, podrá recibir el perdón de las culpas
y de las penas de sus pecados, gracia que recibimos sólo en el Sacramento del
Bautismo o con la indulgencia plenaria. O sea que si su arrepentimiento ha sido
sincero y si cumple con las condiciones requeridas, el alma queda como recién
bautizada, libre inclusive del reato de las penas del purgatorio que acarrean
sus pecados aun perdonados.
La devoción de la Divina Misericordia,
incluye también la Hora de la Divina Misericordia, la Coronilla (o Rosario) de
la Divina Misericordia y la Novena preparatoria a la Fiesta de la Misericordia,
que por cierto no es condición requerida para recibir las gracias especiales el
día de la Fiesta de la Divina Misericordia.
Significado de la imagen del Señor de la
Divina Misericordia
El confesor le ordeno a Faustina
Kowalska, hoy santa, de pedir a Nuestro Señor una explicación de los dos rayos.
Durante la oración recibió la siguiente contestación: "Los rayos en la
imagen simbolizan la sangre y el agua que brotaron de la profundidad de Mi
Misericordia, cuando mi Corazón agonizante fue traspasado por la lanza en la
Cruz. El rayo pálido significa el Agua, que purifica las almas; el rayo rojo,
la Sangre que es la vida del alma. Estos rayos protegen a las almas de la ira
de mi Padre. ¡Afortunado aquel que viva bajo su sombra, pues la mano vengadora
de Dios no le alcanzara!"
En la Cruz, Nuestro Señor agoto su
Preciosa Sangre hasta la última gota; por eso quiere que esta maravillosa
manifestación de Su Amor sea venerada de una manera especial en la Devoción de
la Misericordia de Dios. Por eso ordeno a Sor María Faustina que escribiera la
pequeña jaculatoria y que la rezara con frecuencia:
"¡Oh Sangre y Agua que brotasteis
del Sagrado Corazón de Jesús como una fuente de Misericordia para nosotros, yo
confío en Vos!".
El Señor pidió a Sor María Faustina que
pusiera debajo de la pintura las palabras: " ¡Jesús, yo confío en
ti!"
Y le dio esta explicación: "Yo doy a
los hombres un vaso con el cual deben venir a la Fuente de Mi Misericordia a
sacar gracias. Este vaso es la imagen con la inscripción: ¡Jesús, yo confío en
Ti!".
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