Por Oscar Maldonado Villalpando
Se
acaba el tiempo, esta etapa del tiempo. Es un final. Y hay nostalgia, por dejar
lo conocido, lo querido.
“Cuando
Jesús estuvo cerca de Jerusalén y contempló la ciudad, lloró por ella y
exclamó: “¡Si en este día comprendieras tú lo que puede conducirte a la paz!
Pero eso está oculto a tus ojos. Ya vendrán días en que tus enemigos te
rodearán de trincheras, te sitiarán y te atacarán por todas partes y te
arrasarán. Mataran a todos tus habitante y no quedará de ti piedra sobre
piedra, porque no aprovechaste la oportunidad que Dios te daba”
El
medio en que vivimos
¿Qué
rumbo va tomando nuestra vida y nuestra historia?
El
Papa Benedicto XVI, en el discurso de Aparecida decía: “Se percibe un debilitamiento
de la vida cristiana y de la propia pertenencia a la Iglesia católica debido al
secularismo, al hedonismo, al indiferentismo”… al mismo tiempo constata el
surgimiento de muchas propuestas espiritualistas, con tinte de religiosidad.
Esos
puntos señalados ¿en qué son malos? Porque es lo que se usa, es lo que nos
atrae, es lo que absorbemos a cada momento en los medios y en todo lo que
nos rodea. Algo nos aparta del tradicional lugar que se da a Dios y al culto
que ha sido característico de nuestros pueblos, ese secularismo, nos aleja de
los principios. Se puede decir que se pierde un punto muy importante de
referencia. Ahora, sin esa referencia de la fe, se podrá levantar cualquier
hijo o joven y decir ¿Por qué he de obedecer, si uds. –los papás- no se
respetan, se portan mal. En parte hay razón, de ese reclamo, si no hay fe. Con
la fe se podría decir, que cada quien tiene que cumplir su deber delante
de Dios. Eso es en cuanto el rechazo de Dios, que es sacarlo de la vida y
de las cosas prácticas, apartarlo del mundo.
En
cuanto al hedonismo que consiste en darle el primer lugar al placer, así se
derrumbas muchas barreras y todo es posible, todo es permitido, si ve agrada,
si satisface mis sentidos. ¿Tiene algo de malo? Tiene, creo yo, de las dos
cosas, bueno porque nos hace ser más humanos, más sensibles, más realistas;
tiene también peligros. No podemos negar que ese principio con frecuencia nos
lleva a hacer males, y hasta a hacer el ridículo. Cada cosa tiene su tiempo, y
en el afán de placer, no reparamos en límites, no nos detenemos ante daños
colaterales.
El
indiferentismo, nos aparta de cualquier compromiso justo y humanitario, todo
nos es ajeno. Tener la familia como si no se tuviera, tener a los papás como si
no fueran nada. Etc.
Otro
factor que se señala es el surgimiento de corrientes espiritualistas y
religiosas. Muchas propuestas, cada quien quisiera su religión. Y entonces todo
es relativo. Se llega al sincretismo, a juntar de aquí con lo de allá.
En
este final se propone la fiesta de Cristo Rey. Su persona y su propuesta dan
sentido a la vida. Se trata de un llamado a redescubrir el tesoro de la fe, a
renovarnos y a renovar todas las estructuras, y a disponernos al encuentro con
Cristo. Esa renovación se llevará a cabo en la medida que nos hagamos mejores
discípulos y misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos, en Él, tengan
vida.
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