Pbro. José Arturo Cruz Gutiérrez
“he
visto como sufre mi pueblo en Egipto. He oído sus quejas por culpa de sus
capataces y sé muy bien sus carencias. Por eso he bajado, para
salvarlos del poder de los egipcios. Voy a sacarlos de ese país y voy a
llevarlos a una tierra que mana leche y miel” (Ex. 3, 7-8)
No
queriendo ser pesimista acerca de la proximidad del año que está por
arribar, fue un año para el arrastre. Y parece que la situación
y el panorama que nos depara será desalentador. Se vislumbra y se
respira un ambiente obscuro. No, soy economista, ni tampoco sociólogo o
capitalista, ni un gran conocedor de los valores de la bolsa. Soy un simple
ciudadano que vive en un barrio del sur de la ciudad, que por las
mañana se pone a contemplar el astro rey que comienza a
despedir un brillo con un tono entremezclado con amarillo rojizo,
que se observa majestuoso, que nos anuncia que un nuevo día está por llegar, y
da paso a que el sol comience a iluminar la tierra y a llenarla de una luz de
esperanza. Esta es la virtud de la esperanza, virtud que nace de Dios. Una
esperanza que no se debe perder, ya que la esperanza muere al último. Soy un
simple ciudadano que contempla, que peregrina día a día por los
barrios de la zona conurbada de la gran ciudad. Sus calles sombrías
y taciturnas llenas de transeúntes y del vaivén de los citadinos. Escuchando
entre sus comentarios. Con un rostro sombrío y triste y una mirada
cabizbaja y desencajada, en un tono quejumbroso, florido y mal intencionado. Se
oye el malestar de la gente, por la situación generalizada en la que se
encuentra nuestro País.
Somos un
pueblo de esperanzas
Sabemos
de antemano que somos un pueblo sufrido. Un pueblo con hambre, un pueblo
acostumbrado a pedir y a que se le dé. Un pueblo ilusionado de promesas y de
esperanzas, de que algún día las cosas puedan ser mejores pero esto lo lleva
esperando muchos años y parece ser que la situación para este año venidero, el
panorama que se presenta, no es muy bueno. Las cifras que se dan, no son muy
alentadoras de modo, que hay que seguir esperando
U pueblo
no valorado
Esperamos
que no sea tarde, cuando nos demos cuenta de todo el arsenal de virtudes y
valores que este pueblo tenía y que después de jugar tanto con ellos, ahora
sólo son un histórico vestigio de lo que fue y ahora ya no es. Ya se va notando
como las cosas van cambiando, como la gente ha ido cambiando su forma de pensar,
tanto en las personas, como en las instituciones. La gente ya no es la
misma, poco a poco la hemos ido perdiendo. Y es que han
sido tanto los años en los cuales hemos jugado con sus sueños, con
sus esperanzas e ilusiones, que ahora nos vuelven el rostro y no quieren ni
siquiera voltearnos a ver. Nos debería dar vergüenza de todo lo que hemos hecho
con ellos. Levanto la voz en nombre de todos lo que, una manera o de otra,
tenemos un cargo de responsabilidad, o de elección en alguna instancia de
gobierno o religiosa. En la cual pido perdón a Dios, por no haber sido el
pastor bueno que supiera pastorear a las ovejas, y que en lugar de apacentarlas
y de llevarlas a pastos, donde haya abasto de pan y provisión de agua, me he
aprovechado de ellas. Que Dios nos guarde, no nos deje de su mano, y nos
conceda la oportunidad de tener un nuevo amanecer.
Un
pueblo con carácter
México
es un pueblo valiente, un pueblo creyente, un pueblo
inteligente, un pueblo paciente. Ha tenido la virtud de saberse
levantar de cualquier crisis en la que se pueda encontrar. No se deja vencer
tan fácilmente. Tiene valores muy arraigados. Esperamos que no pierda esta
valiosa propiedad de la espera, porque a veces el que espera desespera. Dios
nos siga dando la oportunidad de reencontrar el camino y con su gracia volvamos
a ver un nuevo amanecer, donde la alegría, la justicia y la paz,
sean una realidad entre nosotros.
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