Por el padre Miguel Ángel
Hace pocos meses llamé por teléfono a
una familia y con agradable sorpresa lo primero que escuché cuando
me contestaron, fue lo siguiente: voces de niños, jóvenes y adultos
rezando: “Santa María, madre de Dios, ruega por nosotros…” una
familia que rezaba el rosario. Por eso creí conveniente recordar lo
que decía Juan Pablo II: “El rosario lentamente rezado y meditado
en familia, en comunidad o individualmente, les dará los
sentimientos de Cristo y de su Santísima Madre…Les voy a enseñar
un secreto para conservarse siempre fieles: recen, recen mucho; recen
el Rosario todos los días”.
Cuentan que San Francisco de Sales
arrancó al demonio esta confesión:
-“¡María!, ¡María!, ¡Para mí no
hay María! No pronuncien ese nombre que me hace estremecer. ¡Si
hubiera una María para mí, como la hay para ustedes, yo no sería
demonio!
Es oportuno recordar a algunos de las
promesas de la Santísima Virgen a quienes recemos diariamente el
Rosario:
-Quiénes recen el Rosario con
devoción, no morirán sin los sacramentos.
-Socorreré en sus necesidades a
quienes propaguen el Rosario.
-Libraré pronto del purgatorio a
quienes recen devotamente el Rosario.
-Los hijos de mi Rosario gozarán en el
cielo de una gloria singular.
Un Gloria al Padre puede producir allí
o a lo lejos una conversación, cambiar la actitud de un gobernante,
pacificar un pueblo, ayudar al Papa o atender a la acción de los
misioneros, hacer vivir a Dios en el interior de las almas, someter a
un moribundo difícil.
¡Cuántas cosas buenas se pueden
conseguir rezando bien el Gloria al Padre, con mayor razón si
rezamos el Rosario completo! La oración tiene tanta fuerza que
produce reacciones más potentes que las reacciones de la bomba
atómica. Los grandes y los soberbios desprecian el Rosario, pero lo
rezan con mucho amor y alegría los pequeños.
El rosario forma una cadena de amor y
de salvación con la que pueden influir en las personas y en los
acontecimientos del mundo.
¡A la familia que reza el rosario
nunca le falta o necesario!
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