Los niños de la Armada Blanca



Por el padre Miguel Ángel

Los niños son importantes. Lo dijo Jesús, el Maestro Divino: “Dejen que los niños vengan a mí, no se lo impidan porque de ellos es el Reino de los cielos”.
El 11 de febrero de 1858, en Lourdes de Francia, a una blanca señora se le apareció a una niña, llamada Bernardita y la invitó a rezar el rosario. Le dio su nombre: “ Yo soy la Inmaculada Concepción”, es decir, la toda blanca, la toda pura.
En Fátima, a principios de siglo la Santísima Virgen, a tres niños llamados Lucía, Jacinta y Francisco, les preguntó: “¿Están dispuestos a ofrecerse a Dios por la conversión de los pecadores, para consolar el Corazón de Jesús y el mío?”.
En estos ejemplos vemos cómo la Virgen ama, estima y escoge a los niños para resolver los grandes problemas de la humanidad. Cómo los tres niños de Fátima salvaron a su patria, Portugal, de la guerra mundial, así también hoy, los niños salvarán al mundo. La Santísima Virgen, a través de los niños a los que se les apareció en diferentes lugares, quiere invitar a todos los niños del mundo a cooperar en su obra de salvación formando un ejército.
Este Ejército se llama la Armada Blanca: armada, porque van a ser muchos los niños que quieren enrolarse y blanca, porque la capitana de esta armada es la Inmaculada Virgen María y blancos y puros de corazón son los niños que la forman.
Los niños de Armada Blanca son soldaditos muy generosos que quieren llegar, con dulce y constante valentía, al corazón de los adultos. Los pequeños son los que van a mandar sobre el corazón de sus papás, de sus abuelitos y de sus hermanos mayores, y poco a poco los convencerán, si es necesario a acercarse a los sacramentos de la confesión y de la eucaristía y a rezar el rosario en familia. De este modo los niños, como verdaderos apóstoles, promueven la paz, el amor y la oración en sus familias.
El arma de estos soldaditos es el rosario.
La Virgen sabe pagar muy bien. Un día ella le dijo al Beato Juan Diego:
“Sábete, hijito mío que yo te pagaré tu cuidado y el trabajo y cansancio que dormí has emprendido”.
Y ¿cuál será este premio? El paraíso. El 13 de mayo de 1917, en la primera aparición de Fátima, la pequeña Lucía le preguntó a la Virgen:
¿Vienes del cielo?...¿Iré yo al cielo?
- Sí tu irás –respondió la blanca Señora-
- ¿Y Jacinta y Francisco?
Los ojos de la Virgen se dirigieron más directamente hacia el muchachito y con gran bondad, dijo:
- También irá. Pero él todavía tiene que rezar muchos rosarios.

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