Por Pbro. José Arturo Cruz
“El
que no está conmigo está contra mí. El que no junta conmigo desparrama” (Lc. 9,
50)
Nuestra sociedad
cada día se ha ido acomodando a los acontecimientos de este mundo, y ha
ido descuidando el fin y la vocación para la cual fue hecha. Y fue hecha para
ser santa, como nuestro Dios es santo.
La Iglesia es
madre y maestra
Cristo fundó una
iglesia, no muchas. Esta iglesia, Cristo la comparo con la imagen de una
gallina: “Jerusalén, Jerusalén, si supieras lo que te puede conducirte a la
paz, pero esto está lejos de ti” Nos aferramos a querer vivir una vida al
margen de Dios, decimos que creemos en Él, pero vivimos como si Él no
existiera, vivimos un ateísmo practico.
Somos de naturaleza reaccionaria y cuando
se nos da una orden y nos indica lo que debemos de hacer, reaccionamos y no nos
gusta que nos den ordenes, ni que nos digan otros lo que tenemos que
hacer, nos sentimos lo suficientemente maduros como para saber lo que tenemos
que hacer. Y se tiene una soberbia extrema, que en ocasiones la
gracia divina no penetra en el alma de una persona así.
Pero esta cuestión no es de si tengo que hacerlo o no tengo que hacerlo,
esta es una cuestión de obediencia y a la vez de humildad; es de acatar y saber
cuáles son los preceptos y mandatos que en obediencia, que como buen
cristiano debo de cumplir y respetar.
Amo, respeto y
obedezco a mi iglesia
A la iglesia se le ha querido también
comparar con una especie de mercado o supermercado, donde uno va a comprar y se
deja llevar uno por el gusto. Esto me gusta, esto otro no me gusta. Y si
me gusta, lo compro y si no me gusta lo dejo. La iglesia no puede estar
sujeta a los gustos. Ya que es una institución seria de inspiración
divina, con una vocación en el mundo (sin ser del mundo). Ella no puede estar
sujeta a la buena o mala opinión de la gente. Ella es, y su esencia la hace no
estar al acecho de los acontecimientos del momento, menos al fluir de los
sentimientos del me cae bien, me cae mal. En ella, no hay vuelta de
hoja, ella es una institución formal.
Ella es semejante a una de esas leyes
universales, que si tu no hace algo de lo cual está mandado, no se
obtiene los resultados que uno pretende encontrar. Si tú no cumples
fielmente con los requerimientos que tal objeto o tal sujeto necesita para su
desarrollo y crecimiento, no se obtendrán los resultados adecuados que uno
pretende encontrar. Lo mismo pasa con la Iglesia, si tu no cumples cabalmente
con los mandatos que se te dan, entonces no podrás obtener los resultados
que tú pretendes encontrar. La Iglesia no está sujeta a emociones o
sentimientos. Está sujeta más bien a decisiones, es decir, me decido a
pertenecer a ella y vivir en ella y a morir en ella. No
se puede tampoco participar esporádicamente, temporalmente; estar
cuando te nace y cuando no te nace no estar. Ya que estaríamos cayendo en lo
mismo, en poner primero mis sentimientos. La palabra misma lo dice: siento
y miento. Es muy peligroso dejarse llevar por ellos
La necesidad de
formar parte de la Iglesia
No hay cosa más
bonita que mirar a un pueblo reunido, que lucha cuando quiere mejorar porque
está decidido. No hay cosa más bonita que escuchar en el canto de todos
que es un solo grito inmenso de fraternidad. Qué bonito es pertenecer a la
Iglesia, que bonito es ser parte de ella, ser propiedad de alguien,
formar parte de un grupo, reunirme con un grupo de hermanos (as) a reflexionar,
a meditar la palabra, a platicar de mi vida, de mis cosas, de mi mundo.
En el mundo no habría tanta soledad.
Tanta tristeza, tanta angustia, tanta depresión. Si formáramos parte de un
grupo. Anímate a formar parte de un grupo, busca en tu comunidad o tu parroquia
información de las reuniones del grupo. No tengas miedo de participar, de
pertenecer a un grupo, ya que este miedo te puede paralizar y te puede
hacer que tomes falsos caminos, falsas decisiones. Y
terminamos entregando tu vida a personas y a grupos que no son los
adecuados. Recuerda, a Dios le pertenecemos. A Él le debemos
nuestra vida, él nos la ha dado. Él pagó un gran precio por ella. No
podemos malgastarla. Ciertamente Él nos ha hacho libres y nos ha dado un
libre albedrio, para hacer un buen uso de nuestra libertad, de lo contrario
se puede convertir en libertinaje. Hay quien piensa que si le
entrega su vida al Señor, seria haber hecho una mala inversión y no, esta es la
mejor inversión que un ser humano puede hacer de su vida. Es encontrar el
tesoro escondido y la perla de gran valor que la Escritura nos narra. Es
encontrar el faro que iluminará toda nuestra vida.
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