Nada se queda sin recompensa


Por el padre Miguel Ángel
padre.miguel.angel@hotmail.com

Un joven que pagaba sus estudios trabajando de vendedor ambulante, sentía hambre pero no tenía dinero para comer. 

Decidió vencer la vergüenza que le daba mendigar. Una hermosa joven le abrió la puerta. En lugar de pedir comida pidió solo un vaso de agua. Ella, se apiadó de él y le trajo un vaso de leche. El preguntó, ¿Cuánto le debo?. -No me debe nada, respondió ella. “Mi madre nos enseñó a nunca aceptar pago por hacer un favor”. “Entonces le agradezco de corazón”, respondió el joven. 

Aquel joven llamado Howard Kellu se fue de aquella casa, no solo sintiéndose fortalecido en su cuerpo sino también en su fe en Dios y en la humanidad. Antes del incidente estaba pensando en rendirse y renunciar. 

Muchos años más tarde, aquella joven, ya mayor, se enfermó gravemente. Los doctores estaban preocupados. Le enviaron al hospital de una gran ciudad donde practicaba un famoso especialista en aquella enfermedad. Cuando el médico se dio cuenta que era aquella misma muchacha que lo ayudó la reconoció. Volvió a su oficina resuelto a hacer todo lo posible para salvar su vida y lo logró. Ella andaba muy preocupada por lo del pago. Ella abrió aquella cuenta con gran temor, pensando que pasaría el resto de sus días pagándola. Finalmente miró y cuál fue su asombro cuando leyó al pie de la lista de enormes cifras: Todo pagado por completo con vaso de leche. Firmado: Dr. Howard Kelly.
Un vaso de leche fue el medio por el que Dios nuestro Señor movió el corazón de aquél joven que después de convertirse en un famoso médico supo cumplir lo que nos dice Jesucristo en el Evangelio.

“Ni un vaso de agua dado en mi nombre se quedará sin recibir recompensa”.

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