Participantes


A cada fiesta le llega su santo…

 Ya que están casi listos los equipos de los partidos políticos para las contiendas electorales y, una vez que se han dato con todo, han hecho los amarres o han esperado al gran dedo elector; los tiempos que vienen son para que los ciudadanos hagamos actos de reflexión.
 
 Vienen tiempos para escuchar, para dudar, para cuestionar, para culpar, para perdonar, para debatir, para indagar.
 
 Que todos aquellos que buscan un cargo de elección popular se suban al carrusel de la opinión pública. De eso se tratan las campañas.
 
 Que ellas y ellos muestren lo que son, pues los demás nos ocupamos de sacar lo que no son o lo que no quieren mostrarnos. De eso se tratan las campañas.
 
  Ojalá que los ciudadanos, quienes no participamos en las campañas, en las planillas, en los partidos, recordemos que aquellos que aspiran a un cargo público son parte también de nuestra comunidad. Si los vemos corruptos y no les hemos denunciado, entonces somos cómplices; si son incapaces y no les hemos señalado, también seremos cómplices.
 
 No podremos tener autoridades competentes, atentas, sensibles, responsables, honorables, si no las elegimos.
 
 Por ello, en este proceso que inicia, con las campañas, somos los ciudadanos quienes tenemos la palabra, la oportunidad. Es nuestro tiempo para analizar, elegir, decidir por qué tipo de personas queremos como nuestros gobernantes para los próximos tres años.
 
 Se vale cuestionar, se debe discutir, pero no podemos dejarles solos a los políticos en este proceso.
 
 Si hay gente buena, que se involucre; si hay gente mala, que se le identifique y se le aparte.
 
 Dicen que el pueblo tiene el gobierno que se merece.
 
 Ahora, con nuestra participación o nuestra apatía, se nos abre la posibilidad de optar por los equipos, por los partidos o por las personas que dicen tener lo mejor de ellos para ponerlo a nuestro servicio.
 
 De nosotros depende creerles; pero en especial, de nosotros depende que ganen… o que pierdan.
 
 Nos toca ser participantes, para luego no lamentarnos.

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