Controlando un incendio


Por el padre Miguel Ángel
padre.miguel.angel@hotmail.com

Un ermitaño en la oración oyó claramente la voz de Dios. Le invitaba a acudir a un encuentro especial con Él. La cita era para el atardecer del día siguiente, en la cima de una montaña lejana. Temprano se puso en camino, se encontró a varios campesinos ocupados en intentar controlar y apagar un incendio declarado en el bosque cercano, que amenazaba las cosechas y hasta las propias casas de los habitantes. Reclamaron su ayuda porque todos los brazos eran pocos. Sintió la angustia de la situación y el no poder detenerse a ayudarles. No debía llegar tarde a la cita y menos aún, faltar a ella. Así que con una oración que el Señor les socorriera, apresuró el paso ya que había que dar un rodeo a causa del fuego. Tras ardua ascensión, llegó a la cima de la montaña, jadeante por la fatiga y la emoción. El sol comenzaba su ocaso; llegaba puntual, por lo que dio gracias al cielo en su corazón. Anhelante esperó, mirando en todas las direcciones. El Señor no aparecía por ninguna parte. Por fin descubrió, visible sobre una roca, algo escrito: “Dispénsame, estoy ocupado ayudando a los que sofocan el incendio”. Entonces comprendió dónde deba encontrarse con Dios.

En todas partes Dios nos está esperando. Nos está esperando en la persona del pobre, del enfermo, del anciano, del niño y de todo aquel que nos necesita para que le tendamos la mano y lo ayudemos,
Decía San Juan de la Cruz, en la tarde de mi vida seré examinado en el tema del amor.

Hagamos un esfuerzo para no negar nuestra ayuda a quien nos lo pida.

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