Por el padre Miguel Ángel
padre.miguel.angel@hotmail.com
Después de una enfermedad, el emperador Cosroes llamó a sus consejeros, les preguntó si creían que era buen emperador y les ofreció como recompensa una piedra preciosa.
Sólo el ultimo, Eliud, declaró: “Señor, prefiero callarme porque la verdad no se compra”. Les respondió el emperador: “Tienes razón, no te daré recompensa. Dime lo que piensas. El hombre dijo: “Eres un ser humano como todos. Solo qué, por tu cargo, tus defectos pesan sobre todo el pueblo: pienso que gastas mucho en fiestas, palacios y guerras inútiles”.
El emperador se quedó pensativo.
Luego, dio a los demás consejeros la joya prometida. Al día siguiente, estos consejeros le dijeron: “Debes condenar al joyero que te vendió estas piedras porque son falsas”. Respondió el emperador: “Son falsas como sus palabras”. En cambio, a Eliud lo nombró su primer ministro.
Qué fácil es actuar con hipocresía diciendo a alguien palabras y falsas alabanzas, sólo por quedar bien. Es mucho mejor hablar con sinceridad aunque duela, pero siempre con caridad, porque hay personas que con el pretexto de ser sinceras hieren y ofenden imprudentemente. Hay que pedirle a Dios estos tres virtudes: La sinceridad, la caridad y la prudencia.
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