Por el padre Miguel Ángel
padre.miguel.angel@hotmail.com
Los campos se secaron y se achicharraron por la falta de lluvia, y las cosechas se marchitaban de sed. La gente estaba ansiosa e irritable, mientras buscaba en el cielo alguna señal de alivio. Los días se volvieron áridas semanas. La lluvia no llegaba.
Los sacerdotes de las iglesias locales convocaron a una hora de oración en la plaza del pueblo. Este sábado al mediodía, la gente del pueblo respondió en masa, llenando la plaza con caras ansiosas y corazones llenos de esperanza. Ellos se conmovieron al ver la variedad de objetos que los concurrentes traían entre sus piadosas manos: Libros sagrados, cruces, rosarios, Biblias.
Cuando la hora terminó, una suave lluvia comenzó a caer. Las felicitaciones se extendieron entre la multitud, mientras sostenían en alto sus atesorados objetos con gratitud y alabanza.
En el centro de la manifestación, un símbolo de fe pareció ensombrecer a los demás: un niño de nueve años había llevado una sombrilla.
Los niños siempre son muy espontáneos y originales. Los niños y las niñas frecuentemente nos sorprenden con sus ocurrencia tan originales y sencillas.
Por eso Jesucristo nos ha dicho que tenemos que ser como niños si queremos entrar al reino de los cielos.
El otro día visité una escuela primaria y al salir a recreo muchas niños y niñas corrieron para abrazarme; dos niñas me compartieron de sus golosinas y una más muy espontánea me regaló una monedita de un peso. En esa moneda me estaba demostrado todo su cariño y buena voluntad.
Es muy importante que cuidemos la inocencia y transparencia de los niños porque si nos descuidamos podrán dañarse y desorientarse viendo los malos ejemplos y escuchando los malas pláticas de las personas mayores.
¡Cuidemos a nuestros niños y niñas porque son la sonrisa de Dios!
0 Comentarios