No cabe duda que, en la búsqueda por el poder, los partidos políticos mexicanos han caído en lo más ruin de su existencia, sobreregulando los procesos electorales, jugando a la farsa con precampañas, regalando tiempos oficiales en medios electrónicos y burlándose de su militancia, a grado tal, que hoy, en pleno proceso de elecciones y selecciones internas, nadie da un clavo por candidata o candidato alguno –a no ser de sus propios equipos-.
Las bizarras coaliciones. Las convenencieras alianzas y la exigencia a sus militancias de comerse cualquier cosa que les pongan en el plato -cual vil mascota-, están fastidiando a tal grado al electorado que puede ocurrir una de dos cosas: terminará por no acudir a las urnas el 1 de julio o elegirá a quien no le convence del todo, a quien no le “llena el ojo”.
Y cualquiera de los dos escenarios es preocupante, pues no es cualquier cosa la que se juega en el proceso electoral próximo. No es sólo la selección de un partido o una alianza, no se trata de un hombre o una mujer, no es únicamente el Presidente, el Gobernador o el alcalde; el diputado o el Senador.
Lo que se juega en la elección de 2018 es mucho más que eso. Lo que está en la mesa es elegir una política económica para los próximos 10 o 20 años… o para los pasados 10 o 20 años. Lo que estaremos eligiendo será determinante para hacer más leyes o para aplicar las muchas, las miles que ya tenemos.
Los militantes saben lo que tienen qué hacer: ir a votar por su partido, aparezca solo o junto a otros emblemas.
Lo complejo es para quienes no tenemos militancia.
¿Cómo elegir a la mejor opción si los partidos han hecho cualquier cosa para no clarificar cuál es la mejor opción, la mejor propuesta?, a ellos, los partidos (y a sus líderes) sólo les importa cuánto les toca, en dinero, en espacios, en spots, en curules.
A los partidos sólo les importa el reparto del poder. Están dejando de lado el uso del poder para atender a la población. Atenderla en temas de seguridad, de combate a la corrupción, en empleos, en obra pública eficiente y eficaz, en servicios públicos económicos y efectivos. En educación de calidad, en cultura, entretenimiento, deporte y artes.
Los partidos están más que preocupados en cuánto porcentaje del próximo presupuesto tendrán en sus haberes; cuánto de ello podrán usar para pagar los favores electoreros y a quién se lo entregarán.
Si a los militantes, a sus militantes, los tratan con la punta del zapato cuando más los necesitan – en los procesos internos-, ¿qué no harán con el ciudadano común?
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