Una vez un señor abordó un avión para viajar a Nueva York. Un niño entró buscando su asiento y se sentó al lado suyo. El niño era muy educado y pasó el tiempo coloreando en su libro de pintar.
No presentaba rasgos de ansiedad ni nerviosismo al despegar el avión. El vuelo no fue muy bueno, hubo tormenta y mucha turbulencia. De momento una sacudida fuerte y todos estaban muy nerviosos, pero el niño mantuvo su calma y serenidad en todo momento.
¿Cómo lo hacía?, ¿Por qué su calma?... Hasta que una mujer frenética le preguntó:
- Niño: ¿no tienes miedo?
- No señora”, contestó el niño y mirando su libro de pintar le dice: ”Mi padre es el piloto”.
A lo largo del camino nos vamos a encontrar con sucesos que nos sacudan como en una turbulencia. Habrá momentos en los que no veremos el terreno sólido y nuestros pies no pisarán lugar seguro. No veremos dónde sostenernos, estaremos inseguros. En esos tiempos hay que recordar que nuestro PADRE es el piloto. A pesar de las circunstancias, nuestras vidas están puestas en el Creador.
Así que la próxima vez que llegue una tormenta a tu vida o si en este momento estás pasando por una, alza tu mirada al cielo, CONFÍA y di para ti mismo: ¡Mi Padre es el piloto!
El fruto del silencio es la oración, el fruto de la fe es el amor, el fruto del amor es el servicio, el fruto del servicio es la paz. Oremos con mayor confianza este día.
Qué fruto tan importante obtenemos cuando de verdad nos disponemos a guardar silencio exterior e interior, porque nuestra oración llega a la presencia de Dios.
La oración bien hecha siempre nos va a llevar a un mayor aumento de fe.
Nuestra fe sincera siempre tendrá que manifestarse en un amor sincero.
Dice el dicho que obras son amores y no buenas razones, por eso siempre hay que servir, siempre que busquemos servir tendremos paz.
0 Comentarios