El mayor pecado



Cuenta un sacerdote que había un bodeguero al que en una de sus visitas le anunció la buena noticia de Jesucristo. Le escuchaba con educación pero con escaso interés y le dijo:

- ¿Sabe que la salvación es un don de Dios que nadie se gana aunque trabaje 14 horas diarias?, ¿sabe que Jesucristo murió para pagar el precio de todos sus pecados?, ¿por qué no viene a celebrar con nosotros en nuestra iglesia el amor de Dios y el regalo de su perdón?. Él le miró a los ojos y le dijo:

- Todavía no, yo sé que estoy jugando con fuego aquí, pero me la paso muy bien. Me gusta el ron e ir de rumba con los amigos y tengo un par de novias aquí y otra en mi país.
Sonó el beeper y me dijo:

- Escuche "la llamada de la carne". La verdad es que no voy a esperar a tener ochenta años para cambiar pero de momento esta vida loca me va y es para mí.

Cuántos bodegueros como éste circulan por la vida. ¿Saben cuál es el pecado más grande de nuestra sociedad? El mayor pecado no es la bebida, ni el sexo, ni las drogas. El mayor pecado de los cristianos es "dejar para más tarde" el encuentro sincero con el Señor, porque hoy por hoy, la vida loca es para mí.

Sí, hermanos, vivimos como si esta telenovela que es nuestra vida no fuera a tener final. Imagínese que mañana tiene una cita con su médico y al final de la visita le dice: 

- Tiene cáncer y le quedan unos meses de vida. Seguro que esa noticia le abrirá los ojos al ayer, al hoy y al mañana. Y seguro que nada ni nadie en su vida será como antes.


A unos les quedan varios meses de vida porque el cáncer los está acabando y podrán aprovechar muy bien ese tiempo para arreglar cuentas con Dios, con su familia y con las demás personas; pero a otros no les quedan meses, sino semanas y tal vez días escasos de vida. Cualquiera de nosotros puede tener su muerte muy cercana, por tal motivo hay que vivir como si mañana fuéramos a morir.

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