La hidra digital. El monstruo de las mil cabezas.


• Los hicieron brincar de las redes, al fuego, a la nada…

• “Oye pinche loco, le echó lumbre güey, qué poca madre”

Por Leo García
@leogarciamx

En una mañana cualquiera de un pequeño municipio de México, la actividad inició como todos los días. Todos sabían quiénes se dedican a qué. Aunque ese día a todos les faltaba algo. Lo mismo.

En la tarde de ese día cualquiera, en un espacio cerrado de internet la tragedia empezó a escribirse. Un espacio donde sólo los vecinos y pobladores podían comunicarse, un grupo cerrado de Facebook, 44,774 almas podían leer esa esquela anticipada. Una tragedia más que inició con los dark posts de Facebook.

Y la voz se corrió. Y del espacio en Facebook donde sólo los vecinos y pobladores podían participar, el rumor saltó a Whatsapp. Se difundió que aquello se estaba regalando. La invitación se hizo pública. Corrió de dispositivo en dispositivo. De pueblo en pueblo. Ahuehuepan, Tlaxcoapan, Atitalaquia y otros municipios cercanos.

La hidra digital asomó su fea cara una vez más y reclamaba tributo de sangre. La hidra digital que repta de ojo en ojo, de dispositivo en dispositivo. Como antes ha pasado ya, La hidra digital, el monstruo de mil cabezas, sin rostro, sin identidad, que es todos pero no es nadie, que sale de la pantalla y tiene voz de boca en boca.

¿Fue una chispa de la electricidad estática de la ropa? ¿El calor y la ignición del motor de los carros que fueron acercados? ¿Una bala al aire producto de la euforia de la verbena? ¿Un fumador que en su adicción ignoró el riesgo donde y cuando menos debía?

¿O una mente retorcida que esperó el momento adecuado?

Después de horas de impregnar el aire de ese vapor que ya había intoxicado todo, se había metido por los poros de la piel, y en la oscuridad, como los sacrificios donde el fuego arrebata hasta dejar menos que cenizas.

Los miles de ojos de todos y de nadie que forman a la hidra digital captaron el momento. Pocas veces hay testigos de primera mano de una matanza de tal magnitud, sin filtros, sin adornos.

Pocas veces puede verse sin filtro seres humanos arder hasta morir. Hasta reducirse a cadáveres humeantes. A montones de cenizas. A menos que cenizas y quedar sólo como manchas en el piso.

Esa tarde cualquiera, la hidra digital fueron todos, fue nadie, los convocó, los sedujo, los llevó. El tributo de sangre era la tragedia esperando pasar, como ya antes lo ha hecho.

La hidra digital en su poder seductor se esconde en nadie moviendo a todos. Las barreras de la ética y la moral se difuminan, igual que la responsabilidad, la conciencia, y hasta el mínimo instinto de supervivencia.

La hidra digital lleva a seres que, en su primera prioridad básica deberían procurar sobrevivir, a meterse a un charco de gasolina hasta las rodillas, bañarse en ella, respirarla, transpirarla. La hidra digital canta palabras poderosas, certeras. Las correctas para quienes las quieren escuchar:

"Se regala, entonces, no es robar." "Todos lo están haciendo, entonces, nadie es responsable." "Ellos ya fueron, entonces, yo no tengo la culpa." "Hace falta. es necesario porque no nos lo han dado."

La hidra digital también hace ruido. Clama, grita, vocifera, arrebata la voz de los otros, de esos a los que toma en el sacrificio. Y hace que se oiga en todos los rincones donde se asoman a contemplar la tragedia:

-¡Ayúdame güey!
¡Me muero!
-¡Ruédate en el piso!
-¡Date vuelta, date vuelta!
-¡Tíralo al piso!

Gritos. Más gritos. La hidra digital tiene la voz del horror:

-¡Oye pinche loco hijo de su puta madre!
-¡¿Por qué güey?!
-Le echó lumbre, güey
-¡No manches!
-Sí, ¡qué poca madre!

Carne quemada. Almas arrebatadas. La resaca que deja la embriaguez de gasolina. La hidra digital gusta de los desplantes, de exhibir sus tributos. Los difunde, corren de pantalla en pantalla para quienes incrédulos están al pendiente.

Desde que alguien "picó el tubo". Desde el primer teclazo dado para convocar a la verbena ahogada en gasolina. Desde que el ente disforme "todos" perdió la razón.

Aquello era una catástrofe esperando suceder. La pira fúnebre en la que la hidra digital en sus miles de voces que son todos, pero no son nadie, ya había decidido cobrar su sacrificio.

Esa noche, las siguientes semanas, meses, años. La hidra digital hará lo que sabe hacer. Seguirá repartiendo ideas, complots, apresurando culpas casi siempre infundadas. Preparando todo para el siguiente tributo de sangre que calme su necesidad de atención.

Cuando surja el siguiente "dicen que.... están robando niños”. “Están saqueando negocios”. “Se está cometiendo una injusticia”. “Están regalando eso que a todos hace falta."

Y mientras, algunos pequeños entes, con la mala entraña que no debería ser propia de un ser humano, explotarán para sus propios y mezquinos intereses lo que la hidra digital les dejó.

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