Querido Papa: No sabes cuánto trabajo me ha costado escribirte estas líneas, pero después de los últimos juegos, hace ocho días… creo que he llegado al límite, me preocupa mucho que la derrota no la sufrí como mía, ni la victoria tampoco.
Creo que esto se debe a que en el campo no soy sino el instrumento que ejecuta los actos y movimientos que tú y los otros señores quieren que hagamos, no sé por qué de las tribunas, e incluso dentro del campo, no hago más que tocar la pelota y “caen” sobre mí, un mundo de gritos… “tira…”, “suéltala…”, “a primera…”, “a home…”
y cuando voy al bate no se diga, peor aún, sólo oigo gritos de “a la buena…”, “no la busques…”, “tírale…” y ¿qué pasa?…. rolita al cuadro y eso cuando bateo, en la mayoría de los casos estoy paralizado y viendo pasar strikes, te pido papá, que me dejes jugar “mis partidos”, tú ya jugaste los tuyos, y si no lo hiciste yo no tengo la culpa de tu falta de oportunidad, por favor no me hagas el reflejo de tus frustraciones.
El otro día que veíamos el beis por la tele te enojaste mucho porque un profesional se hizo expulsar por reclamar airadamente al ampayer, ¡le llamaste bandido!. Sin embargo tú reclamas, igual que otros señores, todas las decisiones de nuestros ampayers, incluso, he oído insultos.
¿Reclamar es parte del juego? Estoy tan confundido que ahora reclamo todo al ampayer, creo que es parte del juego, pero me angustia saber que me puedo quedar “sentado”, por repetir el vicio que veo en los adultos, incluyendo a los de ligas mayores, pero sobre todo, de ti.
Por último papá, ¿no habría manera de que antes del juego me indiques qué debo hacer, y al finalizar el partido me señales los errores cometidos, para tratar de corregirlos?.
Yo sé que sabes mucho de béisbol, ¿podrías regalarme algo de tu tiempo y enseñarme tus secretos, fuera de los juegos de la liga, en los entrenamientos?
Todo es para que al momento de jugar yo me sienta responsable de mis victorias y que me importen mis derrotas, no mates mi creatividad, te aseguro que soy capaz de resolver los problemas que los del otro equipo plantean.
De ninguna manera quiero que esta carta te aleje de mí, yo te quiero sentado en las tribunas, oyéndote a ti y a mamá gritar “¡Vamos!”, “¡Duro!”, “¡Ánimo!”, “Mi hijo, mi hijo, ra, ra, ra!”… así como grandes porras para los dos equipos.
Recuerda que todos hacemos nuestro mayor esfuerzo para salir victoriosos.
¡Ah!, se me olvidaba, no me pidas que cambie las cosas que me ordena mi manager, y si se equivoca, que se equivoque él, no tú.
Terminando cada partido quisiera compartir contigo mis victorias y recibir tu consuelo en mis derrotas. ¿Es mucho pedirte? Déjame ser yo. Con amor, tu hijo.
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