No deberían sorprender las medidas que debe implementar -o más bien acatar- el “Gobierno de México” para que Trump no nos aplique los aranceles con los que nos tenía amenazados.
El “Gobierno de México” ahora va a tener que hacer a la fuerza lo que desde siempre debió hacer: controlar la frontera sur. Nomás que ahora habrá consecuencias si no se hace y además, por el pendejismo de las autoridades, éstas deberán ya no hacerlo a su modo, sino al modo de EEUU y añadiendo cosas absurdas e indignantes como eso de ser el ‘tercer país seguro’, cuando hubiera bastado simplemente con cerrar la frontera a todo aquel que no tuviera papeles, pero no.
O sea, por desobediente ahora México deberá hacer lo que ya sabía que tenía que hacer y con castigo adicional.
Restringir las fronteras entre países es una práctica común y legítima, sobre todo entre aquellos donde las condiciones económicas y sociales no son iguales. Estados Unidos le cierra la frontera a México y México a Guatemala por ese motivo; entre la mayoría de los países europeos no existe esa restricción, ni entre Estados Unidos ni Canadá, pero sí entre Europa y África o el Medio Oriente.
Si al otro lado de la frontera prevalece el mismo bienestar, pocos querrán brincarse; si al otro lado es mejor que acá, muchos o todos querrían irse. México pese a todo está un poco mejor que la mayoría de los países centroamericanos, y con la pena pero no hay manera de hacerse cargo y atender dignamente a todos los guatemaltecos, hondureños, salvadoreños y nicaragüenses que quieran venir acá, como tampoco la hay en Estados Unidos para todos los compatriotas que quieran irse para allá.
Eso lo sabe muy bien la autoridad federal, pero para eludir su responsabilidad de poner orden en la frontera y de paso no meterse en broncas y no figurar como el malo de la película, prefirió decir que todos los ilegales de Centroamérica eran bienvenidos y que tendrían trabajo y no sé qué más. Mentira descarada.
Y no solo eso, el gobierno federal les dejó la bronca a los gobiernos municipales y estatales con tanto ilegal en sus territorios.
Trump se cansó de eso y vio la oportunidad de agarrar a AMLO y lo amagó con lo de los aranceles, y ahora México se comprometió a cuidar la frontera de Chiapas y Tabasco con la guardia nacional, sino también a dar alojamiento a los centroamericanos que pidan asilo a EEUU mientras éste decide si se lo da o no.
Si desde un principio se hubiera restringido la puerta sur de México, aunque fuera de forma ineficiente, pero que diera algo de resultado, Trump no hubiera amenazado con lo de los aranceles.
Y algunos funcionarios federales sí comprenden la seriedad del asunto y están preocupados al respecto, como el carnal Marcelo Ebrard que desde que se aceptó el trato con Estados Unidos no ha podido disimular su cara de preocupación, pues sabe que no será fácil cumplir y sobre todo dejar satisfecho al gobierno gringo.
Y más preocupado debe estar cuando su patrón AMLO sale con su batea de babas al decir que se mantendrá a los migrantes con el dinero de la venta del avión presidencial. ¿Que no era de los mexicanos ese avión? ¿Por qué lo de la venta de un bien nacional será destinado a darle de comer a gente ilegal?
Falta que se venda el avión, claro.
Preocupa también que se destinen 6,000 elementos de la Guardia Nacional para vigilar la frontera. Son alrededor de 60,000 soldados los que hay en el país, un poco más si se agregan los policías federales, lo que quiere decir que la décima parte de las fuerzas armadas se irán al sur de forma permanente, en algún lado van a faltar esos soldados, como si sobraran y como si la inseguridad ya no existiera en México.
Pues bueno, esto de los aranceles y los migrantes de ninguna manera está resuelto y el acuerdo deja más dudas y preocupaciones que la amenaza original de Trump, que por ahí dicen que ni siquiera podía llevarse a cabo tal medida y esto el presidente gringo lo sabía, pero aun así vio que era fácil asustar a AMLO.
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