Por Georgina González Ontiveros
Desde ESPNdeportes.com
Para mí, la pregunta del millón de cada inicio de torneo es cuántos partidos ganará el Atlas antes de que empiece a perder. En el Apertura golearon en el primero y lo usaron de trapeador en la mayoría de los otros 16. ¿Cuántos aguantará en el Clausura?
En el primer partido de la temporada pasada los rojinegros metieron cinco goles. Yo no lo podía creer. O tal vez sí, porque Jaguares jugó prácticamente con la banca y porque el Atlas siempre empieza así, ganando, a veces espectacularmente y otras con modestos marcadores que apenas llevan un gol de ventaja. Pero siempre, a la hora buena, cuando de verdad necesitan ganar para llegar a la liguilla, pierden, empatan, se van al repechaje, se quedan en octavos... Esos zorritos siempre me hacen lo mismo.
Estoy algo cansada de irles pero el orgullo no me deja otra cosa. ¿Irle a los Tecos?, Nadie le va a los Tecos fuera de Antonio Leaño. ¿Irle a las Chivas? No, por favor, eso va contra mis principios. No. Siendo tapatía sólo me queda el Atlas y la verdad es que me cae bien, aunque pierda. Ser rojinegro es más una cosa de tener mucha fe. Irle a los Zorros significa que se tiene tolerancia a la frustración, una mezcla de optimismo ingenuo esperando que ganen y una certeza casi cínica de que seguramente perderán y que, aún así, eso no será una tragedia porque siempre hay un partido más. Un caldo perfecto para templar el carácter, diría yo.
Podría irle a cualquier otro equipo con más posibilidades de hacer algo en cada torneo que no sea el ridículo (lo siento, Atlas). Podría acostumbrarme a ganar o empatar casi siempre como los fans de las Chivas, pero son demasiado sensibles cuando pierde el equipo, sobre todo cuando eso pasa en partidos importantes. No me gusta ser así. También podría simpatizar con el América, pero no me gusta comprar pleitos gratis con los sentidos seguidores chivistas ni que me insulten por defender jugadores que ni son mis amigos. Inclusive podría corear con entusiasmo los goles de los Pumas, pero últimamente sus esperanzadas porras han tenido muy poco por qué celebrar.
¿Santos? No me gusta Oswaldo Sánchez. ¿Cruz Azul? No me caía bien el Conejo y Yosgart me parece tan verde. ¿Monterrey? No me gusta el cabrito. ¿Morelia? ¡Por favor! Su mascota es una mariposa.
Reconozco que son pretextos sin sentido pero a los equipos, como a los novios, no se les quiere por razón práctica alguna, es cosa de corazonadas. Así le fui un tiempo a los Tiburones Rojos por dos simples razones: me gustaba la mascota y recordaba los buenos tiempos que viví en Veracruz.
Podría tener, y tengo, otros favoritos más viables, pero para mí el Atlas es el Atlas. Veré cada gane suyo con satisfacción personal, cada empate como cosas que pasan que no puedo cambiar y cada derrota con solidaridad. Seguiré contando la anécdota de cuando me puse a llorar porque el Toluca le ganó la final en penales hace ya varios años, o cuando una playera rojinegra me dio el pase para que el monero Trino me hiciera una caricatura de Pipo antes que a los demás. Así somos los del Atlas. No me importa que los aficionados de Chivas, Pumas o América se burlen de mi filiación perdedista, yo sé que los fans de Chiapas, de Necaxa, de Tigres, de Tecos o de Morelia me entienden perfectamente.
Desde ESPNdeportes.com
Para mí, la pregunta del millón de cada inicio de torneo es cuántos partidos ganará el Atlas antes de que empiece a perder. En el Apertura golearon en el primero y lo usaron de trapeador en la mayoría de los otros 16. ¿Cuántos aguantará en el Clausura?
En el primer partido de la temporada pasada los rojinegros metieron cinco goles. Yo no lo podía creer. O tal vez sí, porque Jaguares jugó prácticamente con la banca y porque el Atlas siempre empieza así, ganando, a veces espectacularmente y otras con modestos marcadores que apenas llevan un gol de ventaja. Pero siempre, a la hora buena, cuando de verdad necesitan ganar para llegar a la liguilla, pierden, empatan, se van al repechaje, se quedan en octavos... Esos zorritos siempre me hacen lo mismo.
Estoy algo cansada de irles pero el orgullo no me deja otra cosa. ¿Irle a los Tecos?, Nadie le va a los Tecos fuera de Antonio Leaño. ¿Irle a las Chivas? No, por favor, eso va contra mis principios. No. Siendo tapatía sólo me queda el Atlas y la verdad es que me cae bien, aunque pierda. Ser rojinegro es más una cosa de tener mucha fe. Irle a los Zorros significa que se tiene tolerancia a la frustración, una mezcla de optimismo ingenuo esperando que ganen y una certeza casi cínica de que seguramente perderán y que, aún así, eso no será una tragedia porque siempre hay un partido más. Un caldo perfecto para templar el carácter, diría yo.
Podría irle a cualquier otro equipo con más posibilidades de hacer algo en cada torneo que no sea el ridículo (lo siento, Atlas). Podría acostumbrarme a ganar o empatar casi siempre como los fans de las Chivas, pero son demasiado sensibles cuando pierde el equipo, sobre todo cuando eso pasa en partidos importantes. No me gusta ser así. También podría simpatizar con el América, pero no me gusta comprar pleitos gratis con los sentidos seguidores chivistas ni que me insulten por defender jugadores que ni son mis amigos. Inclusive podría corear con entusiasmo los goles de los Pumas, pero últimamente sus esperanzadas porras han tenido muy poco por qué celebrar.
¿Santos? No me gusta Oswaldo Sánchez. ¿Cruz Azul? No me caía bien el Conejo y Yosgart me parece tan verde. ¿Monterrey? No me gusta el cabrito. ¿Morelia? ¡Por favor! Su mascota es una mariposa.
Reconozco que son pretextos sin sentido pero a los equipos, como a los novios, no se les quiere por razón práctica alguna, es cosa de corazonadas. Así le fui un tiempo a los Tiburones Rojos por dos simples razones: me gustaba la mascota y recordaba los buenos tiempos que viví en Veracruz.
Podría tener, y tengo, otros favoritos más viables, pero para mí el Atlas es el Atlas. Veré cada gane suyo con satisfacción personal, cada empate como cosas que pasan que no puedo cambiar y cada derrota con solidaridad. Seguiré contando la anécdota de cuando me puse a llorar porque el Toluca le ganó la final en penales hace ya varios años, o cuando una playera rojinegra me dio el pase para que el monero Trino me hiciera una caricatura de Pipo antes que a los demás. Así somos los del Atlas. No me importa que los aficionados de Chivas, Pumas o América se burlen de mi filiación perdedista, yo sé que los fans de Chiapas, de Necaxa, de Tigres, de Tecos o de Morelia me entienden perfectamente.
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