Por Óscar Maldonado Villalpando
Por lo ordinario, los medios de comunicación, la moda actual, cuando llegan estas fechas, se quedan sólo con aspectos muy estrechos; se quedan con conceptos muy parciales o podemos decir, empobrecidos. Así de la Navidad, así del fin de año y de los Reyes Magos, pastores.
Como un ejemplo que nos da una idea, será entrar en contacto con una enseñanza sobre los Santos inocentes de un obispo, san Quodvuldeo.
Aún no hablan y ya confiesan a Cristo
(En el oficio de la liturgia de Las Horas)
“El Gran Rey nace como un niño pequeño. Vienen los magos desde tierra lejanas; vienen para adorar al que está todavía acostado en un pesebre, pero que reina ya en el cielo y en la tierra. Cuando los magos hacen saber a Herodes que ha nacido el Rey, Herodes se altera y, para no perder su reino, quiere matar al recién nacido; y sin embargo, si hubiese creído en él hubiera podido reinar tranquilo aquí en la tierra y, para siempre, en la otra vida.
¿Por qué temes, Herodes, al oír que ha nacido el Rey?; Él no ha venido para destronarte, sino para vencer al diablo. Pero esto tú no lo entiendes y por eso te alteras y te llenas de furor; y, para perder al único niño que buscas, te conviertes en cruel asesino de muchos.
No te detienen ni las lágrimas de las madres ni el dolor de los padres que lloran la muerte de sus hijos y ni los gritos y quejidos de los niños. Matas los cuerpos de los niños, porque a ti el temor te mata el corazón; y piensas que si logras tu objetivo, podrás vivir por largo tiempo, cuando en realidad pretendes matar al que es la Vida en persona. Aquel que es la fuente de gracia, que es pequeño y grande a la vez, que está acostado en un pesebre, te hace temer por tu trono; por medio de ti, y sin que tú lo sepas, realiza sus designios y libra a las almas de la cautividad del demonio. A los que habían nacido en pecado los recibe en el número de sus hijos adoptivos.
Aquellos niños, sin saberlo, mueren por Cristo, y sus padres lloran la muerte de aquellos mártires; Cristo, cuando eran todavía incapaces de hablar, los convierte en idóneos testigos suyos. Así es el reinado de Aquel que ha venido para ser rey. Así libera aquel que ha venido a ser libertador, así salva aquel que ha venido a ser salvador. Pero tú, Herodes, ignorando todo esto, te alteras y de llenas de furor; y, al llenarte de furor contra aquel niño, le prestas un homenaje sin saberlo.
¡Cuán grande y gratuito es el don!
¿Qué merecimientos tenían esos niños para obtener la victoria?
Aún no hablaban y ya confiesan a Cristo. Sus cuerpos no tienen aún la fuerza suficiente para luchar y han conseguido ya la palma de la victoria.
Este mensaje nos da una idea de una recta interpretación sobre los Santos Inocentes. Ejemplo para busquemos también el sentido hondo de tantas otras celebraciones que la moda nos desfigura y quebranta.
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