Panorama de Arandas: Otro año que se va



Por Rubén Arias Barajas

Vaya para Ustedes el saludo semanal de costumbre.

Pues los que son de mi edad, podrán comprenderme cabalmente cuando digo que me parece muy frecuente y repetitivo el encabezado de ésta mi nota, porque me dá la impresión de que hace muy poco que lo había escrito, pero en realidad ya hace un año.

En esta etapa de nuestra vida, nos da la impresión de que el tiempo transcurre a una gran velocidad y los años pasan casi como semestres, pero parece ser que a todo mundo le ocurre esto cuando se pasa de los 50 años.

Sin embargo, se debe reconocer que para el que tiene deudas, el tiempo pasa muy rápido, lo vemos cuando se acerca el momento de pagar la renta, la luz, el agua, el cable o cualquier otro servicio de los que son mensuales.

En cambio, cuando a alguien le deben, el tiempo parece transcurrir con exagerada calma, de manera que “nada es verdad y nada es mentira, todo es de acuerdo al color del cristal con que se mira”

Escuchaba yo en una ceremonia de maestros que estaban siendo reconocidos por su jubilación y los muchos años transcurridos ejerciendo la docencia y uno de ellos opinaba que era muy triste llegar a viejo, pero otro lo corrigió de inmediato y le dijo “es más feo no llegar a serlo”, por lo que me parece que éste último tiene toda la razón.

Y es que el defecto de nosotros los seres humanos, es estar muchas veces inconformes con lo que nos sucede y parece que Dios no puede darnos gusto. Nosotros mismos nos complicamos la vida buscando cosas y soluciones a gran distancia cuando las tenemos en la punta de la nariz, pero como no nos fijamos, tendemos a complicarnos las cosas.

Un amigo mío se quejaba amargamente y decía “es que mira, fui a visitar al Dr. Fulanito, que por cierto es muy acertado, es muy buen médico y detrás de una taza de café le hice un comentario respecto de que el queso me hace mucho daño. Y el muy desconsiderado, me dijo, pues si te hace daño, no te lo comas”. Por supuesto reímos a carcajadas los presentes, pues la respuesta que dio el médico, fue de lógica absoluta, del más estricto sentido común, sin embargo no satisfizo para nada al que preguntaba. ¿Por qué nos encanta buscarle las mangas al chaleco?.

Hay personas a quienes las bebidas alcohólicas y las desveladas les hacen mucho daño y ahora que empezamos las posadas o el pretexto para las reuniones, pues los ambientes son más que propicios para que tal cosa ocurra. Sin embargo, aquí podemos aplicar el atinado comentario del médico. Si tal cosa te hace daño, pues no la hagas y punto, no?.

Cuando nos hacemos viejos (peor sería, en el caso de los varones, que nos hiciéramos viejas) a veces somos necios, testarudos, difíciles de carácter y dejamos de lado que al perder la juventud, ganamos cosas mucho más valiosas.

Por ejemplo, los jóvenes tienen que levantarse temprano para ir a trabajar. Regresar corriendo para comer y prepararse para irse a la escuela. Tendrán que leer, estudiar y memorizar muchas cosas en el diario aprendizaje al que están obligados. Probablemente no podrán ir al antro o a la fiesta que quieren, porque sus papás no les den permiso o porque no tengan dinero para ello… o ambas. Así será su rutina de lunes a sábado y el domingo a lo mejor tendrán que atender la órden de la madre o el padre para que pongan en órden su cuarto, laven su ropa, acomoden sus cajones, o ayuden a lavar el auto.

Y así será su vida durante largos años hasta que se gradúen, busquen un buen trabajo (si es que lo encuentran) o traten de llevar una vida profesional independiente, pero en ambos casos, se esforzarán al máximo por alcanzar el éxito y tratar de adquirir lo que será su patrimonio.

Sufrirán cuando se casen el proceso de adaptación a su pareja, cosa nada fácil, y luego tendrán que ayudar en sus desvelos a ésta cuando lleguen los hijos. Ahora si sabrán cuánto dinero se gasta en renta, luz, agua, gas, teléfono, cable, ropa, medicinas, artículos para el hogar y para la reina de la casa, entre otras cosas, zapatos, zapatos, zapatos, zapatos…

No he incluido el hecho de que tendrán que navegar con el elitismo y el consumismo que los norte americanos nos han metido hasta las anginas, es decir, “como te ves, te tratarán”, por lo que estarás obligado a traer un auto lo más lujoso y moderno posible para que no te tachen de pobretón.
Si rentas una casa, la colonia o zona en donde vivas, dirá también mucho de ti, así que aunque cueste cara la renta, tendrás que sacrificarte en muchos sentidos, no sea que te critiquen porque vives en una colonia o barrio naquito y feo.

La ropa de tu esposa tendrá que ser de marca, pues cómo la vas a traer vestida con “garras” compradas en cualquier tienda?, no claro que no, tú te sacrificarás o ella te exigirá que no le compres nada tu, que ella lo hará (con tu dinero, claro). Y los niños, obviamente no podrán quedarse atrás y tú… menos, tendrás que llevar ésta misma tendencia y te sacrificarás por ello todo lo que sea necesario, pues no sea que vayan a decir que eres un pobretón que no vale nada.

Las obligadas visitas por lo menos una vez por semana a los restaurantes de moda para que “te vean” que eres parte de la sociedad triunfante o por lo menos lo aparentas y las reuniones con tus cuates que tienen que ser de la high class, porque ¿amigos chafas para qué los quieres?. Sólo que con ellos pues tendrás que gastar más porque los lugares que con ellos se frecuentan, son caros y tú no querrás quedarte atrás ni soportarás que digan que andas de colero con ellos, así que tendrás que pagar tú también de vez en cuando cuentas elevadas, digo, para que sepan que no eres un muerto de hambre y los andas coleando.

Y así, poco a poco, las exigencias del consumismo y de la vida “moderna” te irán absorbiendo al punto de que tu sistema nervioso y tu vida se convierten en un verdadero infierno que tú mismo te construiste por tratar de guardar las apariencias o querer vivir de una manera que no puedes sostener, pero claro, todo eso con el aliciente de que tu reina sea feliz y tus hijos puedan desfilar por los mismos lugares donde los ricos pasean de manera natural, o sea, hay que guardar las apariencias y mostrarte como un triunfador.

Y así, poniéndonos trampas nosotros mismos, nos vamos directos al fracaso por no poder sostener un tren de vida que no podemos alcanzar, que no nos corresponde y que más pronto que tarde, nos dará problemas inclusive emocionales o nos meterá en deudas difíciles de cubrir.

¿Y a qué venía todo esto?. Pues muy simple, que nosotros los viejos ya pasamos por todo eso. No tenemos que pedir permiso para salir o acudir a una reunión. No tenemos necesidad de competir con nadie. Tenemos el conocimiento, la experiencia y madurez suficiente como para escoger a dónde ir y sin competir ni sentirnos mal.

Tenemos enorme libertad y conocimiento para escoger lo que nos conviene y queremos hacer. Si no hay dinero para ir a Cancún de vacaciones, pues nos vamos a Guayabitos en plan económico y lo disfrutamos asando o preparando nuestro propio pescado, porque a éstas alturas, ya sabemos hacer fogatas, freir y condimentar nuestros propios alimentos y disfrutar las buenas compañías que ya sabemos seleccionar.

La lista de ventajas sería muy muy larga. En obviedad de tiempo, quiero dejar esta lista para que cada quien la complete en donde quiera que esté leyendo ésta humilde columna y le agregue todo lo que falta. Creo que es mucho amigo lector… ¿cierto?
Nos leeremos en la siguiente entrega

Publicar un comentario

0 Comentarios