Por el padre Miguel Ángel
padre.miguel.angel@hotmail.com
Contaba un monje: Una noche, tuve un espléndido sueño. Vi un camino muy largo, un camino que empezaba en la tierra y se iba levantando en el aire, hasta perderse entre las nubes, directo al cielo. Pero no era un camino cómodo, más bien era un camino lleno de obstáculos, lleno de picos y piedras puntillosas y cortantes y pedazos de vidrio. La gente caminaba sobre aquél camino con los pies descalzos, los picos de las piedras se enterraban en la carne de los pies y por lo mismo, muchos llevaban sus pies ensangrentados.
Sin embargo, las personas no dejaban de caminar: querían llegar al cielo. Pero cada paso era un sufrimiento, lento y doloroso, pero después, en mi sueño, vi a Jesús que avanzaba. También él iba descalzo. Caminaba lentamente pero sin problemas. Y en ningún momento se cortó los pies. Jesús subía y subía. Finalmente llegó al cielo y allá se sentó en un gran trono dorado.
Desde ahí miraba hacia abajo, a todos aquellos que se esforzaban por subir. Los animaba con su mirada y sus gestos. Inmediatamente después que El venía María, su madre. María venía caminando más rápido que Jesús. ¿Saben por qué? ¿Por qué ponía sus pies sobre las huellas dejadas por Jesús?. Así llegó rápido junto a su Hijo, que a hizo sentar en una gran silla a su derecha. También María se puso a animar a los que venían subiendo y los invitaba a caminar sobre las huellas de Jesús, como Ella lo había hecho.
Las personas más sabias le hacían caso y llegaban muy pronto al cielo, Los demás se lamentaban de sus heridas, se detenían mucho, se desanimaban y se desesperaban quedándose a un lado del camino llenos de tristeza… Y tú, ¿Vas caminando solo, o siguiendo las huellas de Jesús y María? No hay que lamentarnos ni desanimarnos por las dificultades que vayamos encontrando a lo largo de nuestra vida, pues como leemos en la Biblia “Todo sirve para el bien de los que aman a Dios”.
Decía un gran santo, me preocupan las personas que no han tenido ninguna dificultad en su vida, porque les ha hecho falta ejercitarse en la paciencia y en la constancia, pues así como el oro se purifica con el fuego, así nosotros nos purificamos en medio de las contrariedades llevadas con amor.
padre.miguel.angel@hotmail.com
Contaba un monje: Una noche, tuve un espléndido sueño. Vi un camino muy largo, un camino que empezaba en la tierra y se iba levantando en el aire, hasta perderse entre las nubes, directo al cielo. Pero no era un camino cómodo, más bien era un camino lleno de obstáculos, lleno de picos y piedras puntillosas y cortantes y pedazos de vidrio. La gente caminaba sobre aquél camino con los pies descalzos, los picos de las piedras se enterraban en la carne de los pies y por lo mismo, muchos llevaban sus pies ensangrentados.
Sin embargo, las personas no dejaban de caminar: querían llegar al cielo. Pero cada paso era un sufrimiento, lento y doloroso, pero después, en mi sueño, vi a Jesús que avanzaba. También él iba descalzo. Caminaba lentamente pero sin problemas. Y en ningún momento se cortó los pies. Jesús subía y subía. Finalmente llegó al cielo y allá se sentó en un gran trono dorado.
Desde ahí miraba hacia abajo, a todos aquellos que se esforzaban por subir. Los animaba con su mirada y sus gestos. Inmediatamente después que El venía María, su madre. María venía caminando más rápido que Jesús. ¿Saben por qué? ¿Por qué ponía sus pies sobre las huellas dejadas por Jesús?. Así llegó rápido junto a su Hijo, que a hizo sentar en una gran silla a su derecha. También María se puso a animar a los que venían subiendo y los invitaba a caminar sobre las huellas de Jesús, como Ella lo había hecho.
Las personas más sabias le hacían caso y llegaban muy pronto al cielo, Los demás se lamentaban de sus heridas, se detenían mucho, se desanimaban y se desesperaban quedándose a un lado del camino llenos de tristeza… Y tú, ¿Vas caminando solo, o siguiendo las huellas de Jesús y María? No hay que lamentarnos ni desanimarnos por las dificultades que vayamos encontrando a lo largo de nuestra vida, pues como leemos en la Biblia “Todo sirve para el bien de los que aman a Dios”.
Decía un gran santo, me preocupan las personas que no han tenido ninguna dificultad en su vida, porque les ha hecho falta ejercitarse en la paciencia y en la constancia, pues así como el oro se purifica con el fuego, así nosotros nos purificamos en medio de las contrariedades llevadas con amor.
0 Comentarios