La Virgen Patrona del Pueblo


Por el Padre Oscar Maldonado

Jogle  con los grandes de la pantalla.




San Diego cristero II

Del escritor y periodista Enrique Estrada Barrera, antes de Jean Meyer.

Yo soy Charro de Jalisco,
yo soy charro de deveras
no charrito de pantalla
que no carga ni bigote
y el sombrero se lo cuelga
del revólver para andar.

Arriba Jalisco,
de paz y alegría,
arriba San Diego,
que es de Alejandría,
ay, ay, ay, ay,
tu iglesia chiquita,
tu presa risueña,
tu barrio de arriba,
tu barrio de abajo,
yo no olvidaré…

Esta canción es de famoso artista Jogle, J. Guadalupe López Estrada, que es primo del periodista Enrique, los dos nietos del muy célebre don Inés Estrada. El periodista se inspira en estos cantares para formular una obra de teatro presentada en las fiestas centenarias de la Parroquia de San Diego, dirigidas por el nunca bien ponderado señor cura Saturnino Covarrubias. Esto sucedió el 8 de mayo de 1969.

El autor continúa describiendo el nacer del movimiento cristero de esta forma:

Corrieron dos, tres, cuatro años;
después de tanta dulzura
por los años 24, 25 y 26,
la paz se resquebrajó,
y mi San Diego querido,
con ella también cayó.

Los tranquilos sendieguenses,
se volvieron hombres rudos;
los niños sintieron fuego
que les corría por las venas
y crecieron con las balas
y a golpes se maduraron
y antes que perder su fe,
antes de verse ofendidos
en lo que más les dolía,
su religión y su gloria;
se entregaron a las armas,
siempre en pos de la victoria.

El escritor, representa aquí el día del levantamiento, donde la plaza del pueblo, los portales del curato y el mismo templo, su campanario, fueron el histórico escenario, de un pueblo entero, que desde ese día, primero del año de 27, se hizo cristero por naturaleza, por vocación, por destino.

Así lo dice, el escritor, que en elevado lirismo se hace poeta:
Aquí estalló el movimiento,
que siguiera todo un pueblo,
que continuara un estado
y que con tanta algazara,
secundara una nación
para ejercer sus derechos.

Con orgullo se pregona
el grito de los cristeros…
¡Viva Cristo Rey, Pelones!
Que el miedo que les tenemos
nos rasguña los talones.

Era una noche de invierno,
un último de diciembre
del año del veintiséis,
cuando a las armas se hicieron
un puñado de valientes
que les llamaron cristeros.

Tú, parroquia centenaria,
los viste que se postraron,
les marcaste el camino…
Tú eres testigo de aquellos
momentos desgarradores,
cuando sonaban las doce
en tu reloj principal.

Antes que el historiador francés enlodara el agua, al levantar unos y abajar otros, esto estaba en el sentir de los sobrevivientes de San Diego de Alejandría, que aún viven algunos privilegiados testigos en esta segunda decena del siglo XXI. Saturnino Covarrubias, celoso párroco, y este naciente escritor, Enrique Estrada Barrera, “destapaban el frasco de las esencias”, la vida cristera de San Diego de Alejandría.

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