La víspera del día de San
Antonio, 13 de junio de 2012, los familiares y amigos lo llevaron al Panteón
del Refugio, en San Julián. Don Santos era un hombre mayor, todo energía y
dinamismo, que siempre vivió en su rancho, ubicado por el camino que sale por
el rumbo del panteón, hacia el Travesaño, Puerto de Amolero y Mentidero.
Contaba, Don Santos, con
más de noventa años y se valía por sí mismo, con mucha frecuencia se le veía
por ese santo camino en su bicicleta antigua, cargada de algunos mandados,
cuando iba a San Julián, especialmente el día del tianguis, cada jueves,
llevaba muy buen queso a vender, y regresaba con sus enseres. Hombre del campo,
representativo de su época, pero dispuesto a aceptar los retos que el tiempo va
señalando.
Él tiene una relación muy
estrecha con aquellas familias que emigraron a Unión de Tula, en 1904,
especialmente el P. José de Jesús Chávez Valadez, lo reconocía como “Mi Tío
Santos”, y hace algunos años, se saludaron y se reconocieron, el Padre vino a
visitarlo e invitarlo; don Santos fue de los que se quedaron fieles a la tierra
de sus mayores.
Desde los llanos de San
Diego de Alejandría, se contempla, hacia el poniente, dejando el Tolimán a la
derecha, una línea, otro palenque o frontera, unos eucaliptos añosos y
colosales, por ahí es donde empieza Palos Colorados, dice la gente. Allí es la
región de Don Santos y su familia. Y viene al caso mencionar a San Diego de
Alejandría, porque esta región del Mentidero y más al poniente, todavía hace
algunos años, existía la tradición de participar en las fiestas de San Diego,
que fue parroquia mucho antes que la de San Julián.
Entonces los mayores sabían
reconocer, para la atención espiritual a esta sede antigua. Por 1885, se menciona
que algunos sacerdotes, venían de San Diego a atender estas rancherías,
incluyendo El Valle, donde esos dos misioneros planearon formar una población,
sólo dejaron una hermosísima ermita a la Virgen con una fina labor en cantera.
Así que Don Santos
representaba todos esos momentos claves en la historia de la región y de los
dos pueblos San Julián y San Diego.
El físico de Don Santos era
más bien delgado y no muy alto, color moreno, pero muy creativo y luchador. Era
visto con respeto y admiración por su tenacidad en los trabajos, por su amor a
la vida, por su ilusión y empeño en sus cosas. Un hombre positivo y de gran
valor.
Don Santos se erige como un
ejemplo de amor a todo lo bueno, hombre de lucha en las circunstancias por
difíciles que fueran. Luchó en una tierra humilde de verdad, sin temor a
equivocarme, un reto mucho más grande que “las tierras flacas” que ha hecho
célebres a Agustín Yáñez; pues estas tierras de veras aventajan en la pobreza a
cualquiera; tierras delgadas, de un color casi blanco, tierritas pardas, como
que solo les falta un pequeño paso para ser tepetate… duras como ellas solas en
tiempo de secas, pero que también saben llenarse de alegría y de renuevos,
cuando el cielo las bendice con las lluvias, y saben ser agradecidas cuando el
campesino sabe jugar esta suerte del buen temporal que cada año, invita a
participar en este emocionante juego de lotería y de la baraja meteorológica.
Don Santos Amezquita,
eligió esta tierra, jugó esta suerte. Don Santos, a sus años parecía una “punzada”,
para nada tenía flojera o pesimismo, don Santos, claro que ganó la partida de
la vida. Es un ganador que supo ser feliz, aceptar y realizarse en este
ambiente, en este medio, que podría considerarse con un grado muy alto de
dificultad.
Un día Don Santos tuvo una
caída de su bicicleta, en ese camino de su vida, en ese camino tan reconocido…
y ese fue el pretexto para coronar toda una vida.
Don Santos se ha ido, el
paisaje, el camino, San Julián y San Diego, el Mentidero y Palos Colorados lo
van a extrañar, o mejor dicho lo van a recordar, lo van a seguir viendo que
cruza por estos horizontes, por estas huizacheras, por estos, sus parajes tan
entrañables. Don Santos representa una historia muy querida. Esperamos que el
Señor lo reciba en esa fiesta de la casa paterna, pues él hizo todo lo
necesario para ser recibido con honores en el cielo.
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