+ Cuestiones y resultantes de este
proceso
Por Oscar Maldonado Villalpando
La madurez democrática debe ser capaz de
ver todas estas cuestiones con objetividad. Tan injusto será negar todo lo que
se impugna como dudar de todo sin tener pruebas suficientes. La pasión humana
lleva a actitudes cerradas, que se niegan a la verdad. Consideremos , desde
esta luz lo que se ha informado en esta nota.
17 julio 2012 (ZENIT.org).- El semanario
“Desde la fe”, de la Archidiócesis de México, en su reciente editorial, arroja
una duda sobre la legalidad del proceso electoral apenas celebrado.
“El proceso electoral no termina el día
de las elecciones –afirma el editorial--. Una vez que se hace el recuento de
los votos y se indica el resultado de los mismos, la ley tiene previsto un
tiempo de aclaraciones o impugnaciones por parte de los contendientes, que
finalmente deberán ser resueltas y juzgadas por el Tribunal Federal Electoral
(Trife)”.
“A nadie debe extrañar –añade- que alguno
de los institutos políticos o candidatos exprese sus inconformidades, siempre y
cuando se haga en estricto apego a las leyes que nos rigen, observando los
tiempos y las formas. Los partidos y los candidatos a todos los puestos de
elección popular deben saber aceptar la decisión de los ciudadanos expresada en
las urnas y, en caso de irregularidades, deben también aceptar la participación
de las instituciones que hemos creado para dar certidumbre a nuestra vida
democrática”.
Recuerda el editorial que han pasado ya
dos semanas desde el día de las elecciones y hay un claro ganador en las urnas,
pero, subraya, “hay también una serie de inconformidades de distintas
magnitudes que vale la pena considerar en orden a mejorar nuestra democracia.
Debemos aprender a escuchar la voz de los ciudadanos y, al mismo tiempo, la voz
de las instituciones”.
“Cuando se respetan ambas realidades de
la vida democrática --añade--, no debe haber temores de parte de nadie: los
ciudadanos marcan un rumbo al país, las instituciones garantizan y consolidan
la legalidad de los hechos, más aún, son las instancias creadas para tal fin
las que deben revisar el proceso y corregir lo que sea necesario, de acuerdo a
lo que marcan las leyes. Nadie puede ignorar, ante las irregularidades
cometidas, que nuestra democracia no tiene todavía la calidad y la solidez que
todos quisiéramos”.
En opinión de la publicación de la
Archidiócesis mexicana, quien tome oficialmente la responsabilidad de gobierno,
una vez recibida la constancia de Presidente Electo, “debe evitar un inoportuno
triunfalismo que sólo puede provocar una mayor división en nuestra inconforme
sociedad; debe buscar con entereza una actitud de humildad y de apertura, y
expresar respeto hacia todas las fuerzas políticas y sociales del país”.
“Los tiempos de México –subraya- son
tiempos de pluralismo y de participación ciudadana; son tiempos de rendición de
cuentas y de transparencia en la administración pública. No se puede regresar
al autoritarismo y opacidad de otras épocas; no es éste el mandato ciudadano
manifestado en la pluralidad y diversificación del voto”.
“La mayor preocupación del nuevo gobierno
–señala- ha de ser consolidar lo que hemos avanzado en materia de estabilidad
económica y seguridad social. Ha de mejorar el combate al crimen organizado y
encontrar nuevos esquemas de desarrollo, sobre todo, para una más justa
distribución de la riqueza. Urgentemente ha de buscar elevar la calidad
educativa, cada vez más rezagada, y erradicar la corrupción en todos los
niveles”.
“Y es que --concluye--, cuando un
gobierno pone delante el interés y compromiso con todos los ciudadanos,
superando el clientelismo y partidismo político, se gana el respeto de todos”.
Todo esto proceso de democracia, no se
restringe pues al presente ejercicio, sino que es un camino prolongado y un
proceso que no termina. Hemos vivido momentos y pasos en este itinerario. Quizá
no veamos el final de este camino, lo importante será dar pasos claros a esa
meta de una participación más justa y equilibrada.
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