El discípulo valiente



Por el padre Miguel Ángel

El maestro preguntó al discípulo: -¿Por qué no adoras a los ídolos? El discípulo respondió: -Por que el fuego los quema. -Entonces adora al fuego. En todo caso adoraría al agua, capaz de apagar al fuego. Adora entonces al agua. En todo caso adoraría las nubes, capaces de apagar el fuego. Adora las nubes. No, porque el viento es más fuerte que ellas. Entonces adora el viento que sopla. Si debiera adorar al viento adoraría al hombre que tiene poder de soplar. Adora entonces al hombre. No, porque muere. Adora la muerte. Lo único digno de adorarse es el Dueño de la vida y de la muerte.
El maestro alabó la sabiduría del discípulo. ¿Cómo no recordar aquí las palabras de San Agustín? "Nos creaste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto, hasta que descanse en ti".
A veces pensamos que todos los muchachos y muchachas de las escuelas son ignorantes de nuestra santa religión católica o que se avergüenzan de su fe de bautizados, pero la verdad es que hay muchos que son muy listos y muy valientes para defender lo que desde pequeños han recibido tanto en la familia como en las clases de catecismo.
Una vez que visité una escuela, en el grupo de tercero de secundaria me encontré con un alumno que me dijo "yo no creo en Dios".
En vez de impacientarme me acerqué a él y le dije con toda serenidad una frase que lo desarmó: "Aunque tú no creas en Dios, El sí cree en ti".
Nuestros adolescentes necesitan mucha comprensión y ayuda, pues a veces andan desorientados, por eso urge que los orientemos y los prevengamos de las malas amistades.

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