Por el padre Miguel Ángel
padre.miguel.angel@hotmail.com
Dos misioneros viajaban a África en barco. Uno de ellos ya había hecho este viaje más de una vez. Era una persona mayor, llena de experiencia. El otro viajaba en barco por primera vez y para él todo era novedad.
Un día el misionero joven oyó a los marineros decir picardías y groserías. Todo asustado, avisó a su compañero: Creo que corremos peligro. Debe haber alguna anormalidad en nuestro barco. - ¿ Cuál es el motivo de esa preocupación, de esa inquietud ? - Preguntó el misionero más viejo: - ¿ No ha oído a los marineros maldiciendo y vociferando ?
Tranquilizando a su colega, respondió el misionero que tenía experiencia: - No se impresione. Mientras estén hablando mal, no hay peligro ninguno. Si empiezan a rezar, entonces si puede estar pasando algo más serio.
Así sucede muchas veces en nuestra vida que la vamos pasando entre risas y fiestas que nos divierten pero nos olvidamos de Dios.
Sin embrago cuando nos encontramos con problemas y dificultades, entonces sí nos acordamos de rezar y acudir a Dios para que nos ayude.
Es necesario que no solamente en esos momentos nos acordemos de invocar a Dios, sino en toda circunstancia de nuestra vida lo hagamos.
Cuando estamos contentos agradezcamos a Dios esos momentos de alegría, igual que cuando estemos tristes, cansados y en todo momento sepamos invocar a Dios.
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