Sí, es un hecho repudiable que la senadora Ana Gabriela Guevara haya sido golpeada por un grupo de hombres en la vía pública, pero no más que cualquier otra agresión a cualquier otra mujer, u hombre o niño sin motivo.
Enseguida muchos vociferaron, a través de las redes sociales, claro, donde todo mundo es valiente, justiciero y observador de las buenas costumbres o no tan buenas pero sí de moda, como al tratar a los perros como hijos, por ejemplo, “perrhijos” o “perrijos” les da por llamarlos a algunos.
También más rápido que de volada, la senadora, que en cuatro años que lleva como tal nunca se había destacado por su cargo público y cada vez están más lejos sus glorias deportivas, ésas sí indiscutibles, aprovechó las redes sociales para victimizarse aún más, mostrando fotos de sus heridas, pidiendo justicia y hasta llorando por la agresión.
Y pues también rápido las autoridades respondieron, ya localizaron la camioneta de los agresores y están identificados algunos de ellos, que resultan ser funcionarios públicos del Estado de México.
Quién sabe cuántas agresiones, heridas o incluso muertes se hayan producido en el país mientas ocurría lo de Ana Guevara, a nadie le importó, ni a las autoridades, ni a la prensa, ni a los justicieros del Facebook y en una de ésas ni a la propia Ana Gabriela.
Cuántos casos de violencia intrafamiliar o de género suceden a diario y que quedan impunes. Llame usted a la policía para denunciar algún delito y si tiene suerte los oficiales llegan en 20 minutos o media hora, o denuncie el mismo delito en la Fiscalía y si tiene suerte será atendido por un agente al cabo de unas horas, pero el caso tardará días, semanas o hasta meses en resolverse, si es que se resuelve.
Entonces, la indignación que causa saber que una figura pública es agredida y la pronta respuesta de las autoridades no es la misma cuando se trata de un perfecto desconocido el atacado, pero que bien puede ser vecino nuestro, familiar o uno mismo.
Esas indignaciones en las redes sociales tal vez ayudaron a Guevara a que recibiera atención expedita y aunque no se debe dejar pasar este tipo situaciones vergonzosas, que una mujer es golpeada por un grupo de hombres, nadie hace nada por ayudar al que tenemos en frente o a nuestro lado cuando sufre una agresión así o cualquier otro delito por el estilo.
Pero algo se puede hacer, no para parar o combatir este tipo de agresiones de género o familiares. A mí por ejemplo se me ocurre dejar a un lado ese hostigamiento sexual que se nos hace muy gracioso pero que a lo mejor ayudan a lastimar a alguien.
Y es que se nos hace fácil decir, repetir o propagar hechos o imágenes denigrantes; cualquiera se ríe cuando en Facebook sale uno de esos “memes” donde se hace mofa de la mujer “luchona” y “cabrona”, que por haber tenido un hijo sin haber estado casada o con novio siquiera, es blanco de todas nuestras burlas y escarnios.
¿Qué acaso un embarazo es solo responsabilidad de la mujer? ¿Qué hay del tipo que embarazó a esa “luchona”? Es más fácil burlarse de quien sufre las consecuencias de un desliz o debilidad momentánea, en este caso la mujer con un hijo no planeado.
Que si le gusta tomar, acostarse con cualquiera, ¿por qué juzgarla?, ¿por qué no juzgar también a los hombres que son así? Lo mejor es no decir nada, no rebajar a nadie por muy imperfecto que sea o lo mal que pudiera portarse, pues para eso uno tendría que ser un modelo de comportamiento y moralidad, lo que no es así.
También aquello de que la mujer no sabe manejar o lo hace muy mal, como si las féminas fueran las culpables de todos los accidentes vehiculares del mundo.
Si dejamos de burlarnos de las mujeres por ser lo que son, estaremos contribuyendo a un mundo más justo, donde no será necesario tipificar los crímenes de género. También daremos un gran mensaje a nuestros hijos: si es varón verá cómo su padre, su modelo de virilidad, trata con respeto al sexo femenino; si es niña, crecerá sabiendo que debe ser respetada y en el futuro no consentirá o permitirá estas vejaciones.
Así es como podemos aportar algo y no indignarnos por alguien que es agredido, pero no necesariamente nos necesita.
Feliz Navidad.
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