Réquiem por Rubén Arias


Concierto en La funeraria

• Impacta y conmueve perder a un gran amigo


Por Gustavo González Godina

-"¡Vengo -dijo enérgico desde la puerta de la oficina- a exigir mi derecho de Réplica!"

-A chingao... cuál réplica, de qué o qué.

-"Pues porque difamaste a mi prima".

-¿Cuál prima?

-"A mi prima Bety"

-¿Cuál Bety?

-"Pues Beatriz Gutiérrez Muller, es mi prima".

-Ah chingá chingá...

-"¡Es mi prima! por lo de Muller. Mi abuela también era alemana. Mi abuelo era árabe, por eso parezco árabe, pero mi abuela era alemana, Muller".

-¿Y en qué ofendimos a tu prima, cómo la difamamos o qué...?

-"Pues ahí dijiste en tu columna que es bien mensa y que quién sabe cuánto. Y no, no es cierto, es media mensa pero no bien mensa, yo quiero que se aclare eso.

Así era Rubén Arias Barajas, el gran amigo que la noche de este viernes emprendió el viaje sin retorno.


Efectivamente parecía árabe, tanto que nomás le faltaba ponerse un turbante para que no lo dejaran subir a un avión por la facha de terrorista, o para que le hicieran caravanas al confundirlo con un jeque saudí.

Él lo sabía y le gustaba jugar con eso, en una ocasión me enseñó una tarjeta de presentación en la que su nombre era Nebur Sairá Sajarab, rubéN ariaS barajaS al revés.
Así era mi amigo Rubén Arias.


El jueves de la semana antepasada llamó al 7 días para decir que no iba a escribir, que no mandaría su tradicional columna semanal Panorama de Arandas, que porque se sentía mal.

Al día siguiente le llamé para preguntar qué le pasaba y me dijo que traía una bronquitis mayúscula, pero que ya se estaba atendiendo y confiaba en que pronto estaría bien.

Sin embargo cuatro días después, el martes 16 de octubre le mandó un mensaje a Gabriela en el que le pedía "dígale a su papá que estoy en el Seguro Social de Tepa".

Ya era tarde cuando recibí el mensaje, así que fui al día siguiente a verlo a la clínica del IMSS. Estaba el hombre en una camilla en la Sala de Urgencias.

-Pues qué carajos tienes -le pregunté mientras le estrechaba fuerte su mano derecha. Lo apreciaba yo mucho y creo que el afecto era mutuo.

-"Pues mira, parece cosa de risa..."

-No cabrón, cómo cosa de risa estar en una camilla en la sala de Urgencias de un hospital...

-"No sí, mira. Ya ves que el otro día me hablaste, estaba yo en una clínica de Arandas. Resulta que en la madrugada empecé a sentir mucho calor, mucho, empecé a sudar y no podía yo respirar, y pues me llevaron al hospital donde un médico joven se veía que no sabía qué hacer, le ayudaba una enfermera que sí sabía qué hacer y entre ambos me controlaron ahí como pudieron, dijeron que era una bronquitis ya casi pulmonía, y como quiera me hicieron un electrocardiograma, que pedí que se lo enviaran a un amigo médico residente, que en esos momentos andaba en Guadalajara y enseguida me llamó éste para decirme que aparentemente no había problemas con el corazón, pero que ya venía él para Arandas y que llegando me iba a ver".

-"Bueno, como a las 10 de la mañana llegó, me examinó y me dijo que mejor me viniera yo al Seguro de Tepa, con una serie de recomendaciones para que me hicieran acá otros estudios. Me los hicieron, entre ellos otro electro y resultó que lo que me había pasado era un infarto, sólo que en Arandas pusieron todos los chupones amontonados y no salió bien. Y aquí estoy, me atienden bien, me tienen en observación. Lo del infarto me pasó sin que yo me enterara, no me asusté, yo llegué al hospital por una bronquitis y mira... Por eso te digo que parece cosa de risa".


Frente a la camilla donde estaba Rubén, prácticamente en el suelo estaba acostado un hombre joven, con la cara como Santo Cristo, moreteada, hinchada,  rajada, llena de sangre…

-Y a ese compa qué le pasaría oye... mira nomas cómo está.

-"Pues mira, no sé qué le pasaría, creo que chocó, lo que sí sé es que no le cabe un putazo más en la cara... y que es un valiente. En la mañana lo sentaron y le preguntaron '¿Cómo te sientes?'. 'Bien', dijo; '¿no te duele?', 'no'. '¿No te duele nada?' 'No'. Por eso te digo que es un valiente, o está todavía apendejado y no sabe ni qué chingaos, pero nada le duele al amigo".


Así era Rubén Arias. Al verlo y oírlo bromear en la sala de urgencias de un hospital, recordé que en la misma ocasión en que llegó a la Redacción del 7 días exigiendo su derecho de réplica, nos platicó que Él ya estaba listo para morir, que ya había arreglado todo, que ya estaba todo pagado, que había negociado con una empresa funeraria todo, tumba, cajón, velorio...

-Oye pero... el cajón te va a salir caro porque creciste a lo buey.

-"No no no, yo llegué y les dije: a mí no me cobren por metros, a mí díganme cuánto es y listo. Y tratamos".

Siempre me hacía reír. Y me encabronaba que yo a Él no. En cada cosa que contestaba me ganaba la risa, y yo trataba de ser gracioso y nomás no, dijera lo que dijera yo Él sonreía cuando mucho. Le pensaba reclamar eso, pero ya no me dio tiempo.

Me dijo por teléfono que quería cantar junto con un amigo en la comida del XX Aniversario del 7 días, que si se podrían meter un par de bocinas al restaurante. Claro que sí -le contesté- y después de un par de botellas de tequila hasta yo canto contigo. "A ver si es cierto que como roncas duermes" fue su respuesta.

Días después, ya en la Sala de Urgencias del Hospital me dijo: "Yo creo que ya no voy a poder acompañarlos, y mucho menos cantar en la comida del aniversario..."


No sé si la muerte avisa...

O es Dios el que le advierte a uno que ya vaya agarrando pista.

Ojalá, para irse preparando. Porque Rubén Arias era un hombre bueno. Solidario, participativo, preocupado por la comunidad… Era un tipo ejemplar, además de talentoso, inteligente, ocurrente, ameno y respetuoso, era polifacético: periodista, locutor, vendedor, cantante, funcionario… Nunca le sacó la vuelta al trabajo, al contrario, siempre andaba buscando algo qué hacer, estudió ya grande la carrera de Derecho y no paraba, últimamente pasaba mucho tiempo en la carretera recorriendo la región como vendedor, pero se daba su tiempo para lo que más le gustaba que era ser comunicador. Condujo durante mucho tiempo el noticiero de televisión en Arandas y nos acompañó en el Semanario 7 días desde hace 20 años. Era un tipazo, tan amena su plática que tuve que incluir una de sus anécdotas en el libro “Como les iba diciendo”, la titulamos “El museo de cera de Arandas" y comenzaba diciendo: "Los tepatitlenses tuvieron la culpa -dice Rubén Arias- de que al restaurant Peñita, de Arandas, le digan El Museo de Cera. Y es que luego de lo ocurrido el miércoles 17 de enero del año 2001, cuando según Él los ´monos de cera´ tuvieron que salir despavoridos cuando un policía la emprendió a escopetazos contra un refrigerador…"

Sabrosa su plática.

El jueves y viernes (18 y 19) ya no pude ir a verlo al Hospital, ni sabía yo si seguiría internado o ya estaría en su casa. Y el sábado en la mañana, temprano, a las 6 me despertó mi esposa con un “¡Ay!, no puede ser… qué gacho”. ¿Qué pasa? -le pregunté porque la noté muy impactada- “Pues… que se murió Rubén Arias…” No chingues. “Sí, que anoche dice en el feis”.

¡Uf! Pocas cosas me sorprenden ya y son menos aun las que me conmueven. Pero la muerte de Rubén, de mi amigo Rubén Arias… sí me afectó. Lo apreciaba yo mucho.

Ese día, el sábado, tuve que ir a Guadalajara, pero en el camino investigamos cuándo y a qué horas sería el sepelio. Nos dijeron, y además nos enteramos de que al día siguiente, domingo 21, Rubén sería objeto de un homenaje a las 11:00 en la funeraria.

Y aquí estamos, en el homenaje. La banda municipal -que es toda una orquesta- toca Fantasía Tétrica, del autor arandense José María González Cruz, luego “Dios nunca muere”, “Las golondrinas”, “New York New York” y por último “A mi manera”, que por cierto la cantaba muy bien Él, Rubén, dice el hombre de la batuta. Entre pieza y pieza alguien dice unas palabras recordando a Rubén Arias. Yo quisiera pasar a decir algo, pero sé que la emoción me va a ganar, que  la voz se me va a cortar y que no podré contener una lágrima, así que mejor lo escribo, mientras que muchas otras personas hablan yo escribo esto en mi teléfono. Me inspira el concierto en la funeraria.

Que te vaya bien Rubén, allá nos vemos amigo mío.

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