México siempre fiel



Por Ramón González González

Hace cuarenta años en nuestra querida patria ocurrió un acontecimiento que sin lugar a dudas perdurará para siempre en los anales de la historia, por primera vez el representante de Cristo en la tierra pisó el suelo mexicano, hecho que se narra  en el libro  “JUAN PABLO II PEREGRINO Y TESTIGO”, de la editorial EDIMISIO, cuyos derechos le pertenecen al hoy señor Cura de la parroquia de Nuestra Señora del  Carmen  en Tepatitlán,  José Guadalupe Prado Guevara, y del cual trascribo el siguiente párrafo.

“Era el viernes 26 de enero de 1979, el reloj marcaba las 12:55 horas, lentamente descendía del avión; JUAN Pablo II se arrodilló y besó el suelo mexicano. Era el beso del buen pastor, del padre tierno, del amigo sincero. Con aquel beso inició el mutuo afecto entre Karol Wojtyla y cada uno de los mexicanos. El pueblo mexicano le abrió sin miedo el corazón; y el Papa polaco aceptó con gozo quedarse en el corazón de México.

El Papa Juan Pablo en esta su primer visita permaneció en nuestro país del día 26 al 31 de enero de 1979, periodo en el que viajó a varios estados y diversas  ciudades de México entre las cuales se encuentra Guadalajara.

En esta ciudad capital del estado de Jalisco fue a donde   acudimos gran cantidad de personas de la ciudad de Tepatitlán, entre los que  de manera ordenada nos encontrábamos los miembros de la ACJM y de la Adoración Nocturna Mexicana, yo en ese entonces -muy joven por cierto- pertenecía a ambas agrupaciones, y desde que supe que nos visitaría el Papa esperaba con ansia  ese momento. Y llegó la fecha, el  martes 30 de enero desde muy de madrugada estaba listo para abordar el autobús que nos trasladaría a la capital para ver y saludar al Santo Padre, llegando a Guadalajara el autobús nos dejó cerca del mercado “San Juan de Dios” de donde empezamos a caminar -entre escombros de las fincas demolidas en lo que hoy es la plaza tapatía- integrándonos a las multitudes que transitaban por las calles en dirección a la catedral, a donde   llegamos al amanecer colocándonos  a unos cuantos metros del balcón de catedral que da a la plaza frente al teatro Degollado, donde esperamos hasta cerca de las tres de la tarde, momento en el que nos dirigió unas palabras y nos dio la bendición.

Toda la mañana que permanecimos esperando la llegada del Santo Padre, se vivió un ambiente de fiesta, de alegría,  con cantos y oraciones, valió la pena esperar ya que ese momento marcó la forma de ser y de vivir nuestro cristianismo de manera comprometida, para buscar el bien común de nuestro país.

SS Juan Pablo amó mucho a México y gracias a sus gestiones se logró el reconocimiento oficial de la Iglesia y el que hoy seamos conocidos en todo el mundo por la gran cantidad de mártires, santos y beatos que ha dado Jalisco a la Iglesia Universal.


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