Un joven adolescente robó un libro a uno de sus compañeros de escuela y se lo mostró a su madre. Ella no solamente se abstuvo de castigarlo, sino que más bien lo estimuló. Después se robó una capa y se la llevó a su madre, quien de nuevo lo alabó.
Él creció y ya adulto fue robando cada vez cosas de más valor, hasta que un día fue capturado en el acto, y con las manos atadas fue conducido para su ejecución pública. Su madre lo siguió entre la multitud y se golpeaba violentamente el pecho de tristeza.
Al verla el ladrón dijo:
- Deseo decirle algo a mi madre en el oído.
Ella acercó su oído a él y éste rápidamente mordió su oreja cortándosela. Su madre le reclamó que era un hijo desnaturalizado, a lo que él replicó:
- ¡Ah! Si me hubieras reprendido en mi primer robo del libro aquél, nunca hubiera llegado a esto y ser condenado a una ingrata muerte.
Al nuevo árbol se le endereza tierno para que crezca derecho. Y es que indefectiblemente habremos de cosechar lo que sembramos, ya sea en nuestras propias vidas o en las de quienes nos rodean.
La reflexión de hoy nos permite comprender cómo las pequeñas cosas que hacemos o permitimos hacer acaban por definir el rumbo de nuestras vidas. En lo que respecta a nuestros hijos o los de aquellos de personas a las que amamos, estemos dispuestos a corregirlos… lo que está en juego es su futuro.
Oremos hoy por todos los padres de familia, especialmente por nuestras madres.
San Juan Bosco fue muy sabio en la forma como educaba a sus alumnos, porque utilizó el método preventivo, que consiste en prevenirlos para que no cometieran los errores en vez de andarlos corrigiendo cuando los hubieran cometido.
Qué importante es ayudar a los hijos para que eviten los vicios antes de que sea demasiado tarde.
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