Misa sí o misa no


Hablemos ahora de religión, a ver si no me meto en honduras, o en camisa de once varas decían en mi rancho.

Porque hablar de religión en un medio de comunicación es riesgoso, si no es que peligroso porque es uno de los temas que más le apasionan a la gente, como la política y el futbol, estos más de este mundo que del otro, pero los tres temas pueden ser objeto de polémica. Bueno, han provocado hasta guerras…

Yo soy cristiano católico, es más, católico tradicionalista del rito tridentino, es decir, prefiero la misa en latín como era antes del Concilio Vaticano Segundo, con el ritual aprobado en el Concilio de Trento, pero igual voy a misa a donde se pueda y no siempre, ya son varios domingo en los que no he ido, aunque esta vez no por falta de interés de mi parte, sino porque la autoridad eclesiástica decidió suspenderlas para contribuir a ponerle un freno a la propagación del coronavirus llamado Covid-19. Ése precisamente es el tema
de esta columna.

Le cuento: yo creo en Dios pero no confundo a Dios con la religión, ésta es un conjunto de creencias, rituales y prácticas; ni a la religión con la iglesia, ésta es el conjunto de personas, creyentes o practicantes, ministros y autoridades religiosas, y los templos y lugares sagrados de culto; y mucho menos, mucho menos confundo a la iglesia con los sacerdotes (curas les dicen vulgarmente), éstos son seres humanos como nosotros, con sus defectos y virtudes, debilidades y fortalezas, de mucha o poca fe, etc. por eso fallan algunos, por eso caen, por eso no cumplen todos con los votos que hicieron de castidad, pobreza y obediencia.

Sobre todo lo primero, conservar la castidad es lo que más trabajo les cuesta a algunos; y de obispos para arriba tampoco la pobreza se les da a muchos. La obediencia sí parecen practicarla todos, los diáconos le obedecen al párroco, éste al obispo y el obispo al Papa, que es el Obispo de Roma, pero es el único que tiene autoridad sobre todos, el sucesor de Pedro, al que le dijo Jesús “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella”.

Claro que con el paso del tiempo y a través de los siglos ha habido luchas internas en la Iglesia Católica, ha sido infiltrada ésta por sus enemigos que han llegado hasta la Santa Sede, es decir han llegado a ser Papas, a los que muchos católicos han considerado antipapas y han dejado de obedecer a Roma. Hay mucha literatura acerca de la infiltración masónica en la Iglesia católica, se dice que hay hasta 4 logias en El Vaticano y que han sido éstas las que han elegido a los más recientes Papas, de Juan XXlll para acá, con alguna excepción.

Esa es la causa de que exista la corriente tradicionalista en la Iglesia Católica, porque varios obispos no estuvieron de acuerdo con todos los acuerdos que se tomaron en el Concilio Vaticano Segundo, celebrado entre 1962 y 1965 bajo la conducción de Juan XXlll y Pablo VI; y como dichos obispos tenían autoridad para hacerlo, empezaron a ordenar sacerdotes y el rito tridentino sobrevivió en muchos países. Las misas eran más solemnes, en latín, un idioma universal de la Iglesia parea evitar que cada sacerdote dijera cualquier barbaridad y hasta herejías que se le ocurrieran; el sacerdote celebraba de frente al altar y de espaldas a los feligreses y me parece que todo era más solemne, aunque la mayoría de la gente no entendía el idioma y por lo tanto no podían acompañar al celebrante que sólo el sermón u homilía eran pronunciados en el idioma de cada país.

A mí me gustaba esa misa y me aprendí algunas oraciones en latín aunque era yo sólo un niño, de ahí que prefiera yo la corriente tradicionalista a la modernista postconciliar; pero hace muchos años ya que comprendí que en donde sea está Dios, lo mismo en un templo de la iglesia progresista que en otro de la tradicionalista, y por lo mismo cuando quiero y puedo voy a misa a uno o a otro indistintamente, casi siempre puedo, si digo “cuando quiero” es porque hasta hace unos años me daba lo mismo ir o no ir, hasta que un día me dijo mi padre: “Le da uno la carne al diablo y le deja los  huesos a Dios”. Y es cierto, muy cerca ya de mi ocaso, como dice Amado Nervo, siento que debo irme acercando a Dios.

¿Pero a qué viene todo esto?, bueno, a que en esas andanzas conocí a un sacerdote, que en mi opinión es un santo en vida. Se trata del padre Miguel Ángel Pérez Magaña, a quien muchos tepatitlenses conocen porque fue el capellán del Santuario del Señor de la Misericordia por muchos años, ahí lo conocí y ahí lo invitamos a colaborar con un artículo semanal para el periódico 7 días, pero eso es aparte, nada tiene que ver con lo que le voy a contar:

Estando ya Él en Jalostotitlán fui una vez a visitarlo, cuando llegué y me asomé a la Notaría donde se encontraba muy ocupado, me dijo “espérame un momentito Gustavo, ahorita platicamos”, así lo hice y cuando se desocupó me saludó muy afectuoso y me dijo “vente, vamos a comer, llegaste a la mera hora de la comida y de todas maneras tengo que comer, te invito, vamos”. No había manera de decirle que no, empezamos a caminar platicando por las calles céntricas de Jalos y a cada paso que daba lo saludaba la gente, desde algún balcón le gritaba un niño “¡Padre Miguel adiós!, cache usted este dulce” y le aventaba un caramelo, nuestro amigo sacerdote le contestaba llamándolo por su nombre, que ya no recuerdo, y le daba las gracias.

Llegamos así hasta la casa donde era asistido, es decir, donde le daban de comer. Me presentó a la señora que nos serviría la comida y nos sentamos dispuestos a hacerlo, cuando me dijo el Padre Miguel Ángel: “Primero lo primero -al tiempo que se volvía a levantar-, vamos a darle gracias a Dios por esta comida que nos está dando”. Dicho y hecho, Él dio gracias, yo le seguí con el pensamiento y “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”.

Comimos, le dimos gracias a Dios otra vez, y ahí vamos de regreso a la Parroquia. Y otra vez lo mismo, saludando a diestra y siniestra, algunas personas mayores le basaban la mano, gente más joven le saludaba de mano, otros, niños algunos, con un ademán desde la acera de enfrente… Es increíble el carisma del padre Miguel Ángel Pérez Magaña. Cerca ya de su parroquia me dijo: “Vente Gustavo, vamos a pasar a saludar a un amigo, a un amigo que está en el sagrario” y entramos a otro templo, también en el centro de Jalos, llegamos hasta al pie del altar y nos arrodillamos ante el Santísimo, algo le dijo el Padre y algo le dije yo, ya hace algunos años de eso.

Y desde entonces tengo la impresión, creo haber conocido a un santo en vida. No sé si la Iglesia lo irá a beatificar y a canonizar en el futuro, si lo hace no voy a poder presumir que conocí a ese santo cuando vivía, porque yo voy a morir antes que Él, pero estoy convencido de que es el hombre de la Iglesia más bueno que he conocido.

Hace un mes, cuando cerraron los templos por la pandemia para evitar el contagio, le llamé al padre Miguel Ángel para preguntarle a qué hora oficiaba misa en el templo de Ojo de Agua y si nos permitiría entrar, me dijo que ya no estaba en el Ojo de Agua, que estaba en Acatic y que con mucho gusto ahí nos esperaba a mi familia y a mí a las 7 de la noche. Fuimos y logramos platicar con Él unos minutos antes de que empezara la celebración y entre una confesión y otra, porque había varias personas que se querían confesar con Él. Fue un sábado. Terminando la misa le reclamé que no hubiera una imagen de la Virgen de Guadalupe en ese templo y me contestó: “Ah cómo no -y casi me arrastró del brazo hasta un extremo del altar- ahí está”. Como en el Santuario del Señor de la Misericordia, la Guadalupana está a la derecha del altar y por eso no la ve a simple vista quien no conoce ese templo.

“Misa sí o misa no”. Cabeceamos así este comentario porque ese era el tema de esta columna. El Semanario da cuenta en esta misma edición y en notas por separado, de que en Tepatitlán hay gente molesta porque el Obispo de San Juan de los Lagos ordenó posponer el reinicio de las misas presenciales, es decir, con gente presente, y hasta les reclaman a los sacerdotes que no abran los templos aún, como si no estuviera Dios en todas partes. Algunas personas, me consta, siguen la misa por internet desde su casa, tranquilamente, esperan sin protestar a que reabran los templos. Pero los hay enojados, me pregunto si eso es devoción o fanatismo.

Otra nota informa que se entrevistó al padre Miguel Ángel Pérez Magaña en Acatic para preguntarle cuál es ahí la situación al respecto, e informó que allá todo está muy tranquilo, que la gente es muy amable y comprensiva, que nadie ha reclamado nada. ¿Por qué? me pregunto yo, y supongo que se debe a la actitud de Él, a que el Padre Miguel Ángel es su pastor en el templo, en las calles, en sus casas, donde estén, donde anden, es un sacerdote muy querido y no tiene problemas con sus feligreses, les explica el por qué del cierre de los templos y le creen y lo aceptan. Esa es la diferencia entre Miguel Ángel Pérez Magaña y otros sacerdotes, para mí es un santo, ya.

Y en cuanto a si deben abrir los templos o no para participar en la misa, sólo puedo decir que, para mí, Dios está en el cielo, en la tierra y en todo lugar, en la ciudad, en el campo, en la calle, en mi casa, donde yo quiera ahí está, por eso no me preocupa mucho si hay misa para que asistamos todos o no. Pero cada quien… yo exhorto a quienes me hacen el favor de leerme a que no hagamos de esto un motivo de discordia. Tranquilos, serenos… los que no nos hemos contagiado del Coronavirus démosle gracias a Dios por eso, y quien esté enfermo pídale con fe que le permita seguir viviendo.

Sé que no va a faltar algún masón que me diga hasta de lo que me voy a morir, empezando por incongruente, mocho, mojigato y de ahí para arriba. No pierdan su tiempo, no me importa.




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