López Obrador: El Cachorro del Imperio


Por Lic. Christian Villalobos

Las relaciones entre los Estados Unidos Mexicanos y los Estados Unidos de Norte América siempre han sido de suma importancia. A lo largo de nuestra historia las relaciones han evolucionado constantemente. Cuando nuestra nación nació, podemos decir que ya tenía la sombra del vecino incómodo. Podemos citar cantidad de ejemplos de cómo el gobierno yanqui de forma abierta o discreta interviene en la política mexicana, desde con embajadores filibusteros hasta intervenciones armadas. Siempre encontramos la mano mugrosa del tío Sam que encuentra la manera de colarse, de apuntar en los palacios de Moctezuma. Durante generaciones los mexicanos hemos luchado por mantener nuestra soberanía. Las historias de heroísmo y de una diplomacia fina y astuta, caracterizan la historia mexicana en el ámbito internacional. 
El pasado 8 de julio el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, realizó un viaje en su calidad de jefe del estado mexicano. Fiel a su costumbre el presidente, experto en la demagogia, lo realizó transportándose en una aerolínea comercial. Con esto para los observadores internacionales solo puede causar risa. El hecho de que un jefe de estado viaje en un avión propio de la nación que representa responde primero a necesidades de seguridad y, segundo, se trata de proyectar la seriedad y la fortaleza de una nación ya que obliga al país anfitrión a realizar los protocolos necesarios para un jefe de estado. No es Andrés Manuel el que viaja, es el Presidente Constitucional, Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, Líder del Estado, de la Republica Soberana de los Estados Unidos Mexicanos. Esto no es para menos y al llegar en un avión comercial, pareciere que no le da la formalidad que merece el representante del poder ejecutivo nacional.  La consecuencia de todo esto es que el presidente Andrés Manuel no pernoctó en la casa Blair, la cual está destinada para los jefes de estado. Insisto, ambles lectores, en las relaciones diplomáticas, la forma es fondo. 
Posteriormente, al llegar a la Casa Blanca nos dimos cuenta que los protocolos fueron los correctos. Tanto en el tema de la salud por la Pandemia del COVID-19, como en los dignos para el mandatario mexicano.  Encontramos que, en la agenda de la reunión, más allá de alabar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, el cual aún debe ser valorado profundamente y con el tiempo ver los verdaderos resultados de este, el resto de la reunión parecía más una sesión de halagos del mandatario mexicano, las cuales son muy convenientes para el presidente Trump, quien estpa sumergido en un proceso electoral. 
Es lamentable que el presidente Obrador olvidó la violencia que se dispara en nuestro país con armamento proveniente de los Estados Unidos de Norte América. Quizá el mandatario mexicano, que en su discurso siempre está del lado de los más pobres, por alguna razón omitió defender a los miles de migrantes que sufren maltratos en la frontera por parte de las políticas de la administración Trump. 
El ex presidente de México, Porfirio Díaz, tenía una frase: “Pobre de México, tan lejos de Dios y tan cerca de los Gringos.” Esta frase a más de 100 años de cuando se pronunció por primera vez, aún hace eco. Nos debemos preguntar qué imagen ofrecemos como nación, nuestra dignidad es la que está en juego. Debemos fortalecer la imagen nacional y por lo tanto nuestras políticas exteriores. Solo de esta manera podremos dejar de ser llamados, “el patio trasero del imperio”. Y nuestros jefes de estado dejaran de parecer cachorros del imperio.

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