Por Lic. Christian Villalobos
La historia, en México está viva y latente en la memoria colectiva. Pareciera que en nuestro corazón está grabada la historia nacional, aunque en muchas ocasiones, no la comprendemos del todo. Es común encontrar por donde quiera la imagen de Pancho Villa y Zapata, en las fiestas no falta el que grite "¡Viva, Villa!" , agregando otro calificativo muy particular, que nos recuerda a los camiones.
Existen nombres inmortales en el glorioso panteón de los héroes patrios. Personajes como Miguel Hidalgo, el que la historia oficial nos ha pintado como un cura viejecito y tierno pero quizá si lo vemos más de cerca nos encontraríamos con un personaje fascinante. Del mismo modo encontramos a Benito Juárez, el cual para la historia oficial sólo le faltó resucitar, porque era inmaculado, redentor y no sé cuántos adjetivos calificativos más. Cuando vamos más allá de la historia oficial, podremos observar un Juárez humano con aciertos y virtudes, pero también con defectos y actos que rayan en la traición a la patria.
En el otro extremo, la historia oficial coloca a los villanos del país, en ocasiones de una manera cruel, ya que las virtudes que ensalza en los héroes se las arrebata a éstos para remarcar los errores. Personajes como Agustín de Iturbide, Antonio López de Santa Anna y Porfirio Díaz. El simple hecho de pronunciar estos nombres parece aún causar polémica. Esto responde a la forma en que fue construida la historia nacional desde lo oficial. Con la finalidad de justificar un régimen político, incluso una política pública. Por lo que intentaron abaratar nuestra historia, resumiéndola en solo la Independencia, la Reforma y la Revolución. Construyendo héroes perfectos e intocables, y sus contraparte, villanos imposibles de redimir.
En medio de todo esto, siempre surge el nombre de José de la Cruz Porfirio Díaz Mori. Es un personaje que vive en nuestra memoria colectiva. Fue seminarista, militar de carrera, participó en la revolución de Ayutla. Participó en la heroica batalla del 5 de Mayo, fue el héroe del 2 de Abril. Recuperó la capital arrebatándola a los conservadores para que Juárez pudiera entrar. Se proclamó en contra de la relección, defendió la democracia. Finalmente fue presidente por cerca de 30 años, su régimen trajo el progreso económico y pacífico al país, a costa de privar a los ciudadanos de sus derechos políticos. Al final, ya viejo, no pudo leer a la naciente clase media. Fue expulsado por la revolución que encabezaba don Francisco I. Madero. En este artículo no pretendo defender o atacar a don Porfirio, solo mostrar que la historia oficial se queda corta, y muchas veces amañada.
En este mes de julio se cumplen 105 años de la muerte de Díaz, en la ciudad de París, en el exilio. Siempre existe el debate de si debemos repatriar los restos del General. Un servidor considera que vale la pena que él esté en el país. No digo que el estado mexicano le rinda homenajes. Pero considero que, a pesar de sus fallas, fue un hombre de su tiempo que sirvió más de una vez a la nación. Si los líderes de la revolución que se mataron unos a otros, hoy descansan juntos. ¿Por qué don Porfirio Díaz no puede descansar en suelo azteca?
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