Tepatitlán en el Tiempo

La rienda

Por Juan Flores García

Todos conocemos los caballos y los admiramos, sobre todo a los finos animales que montan los charros. Los que no montamos, quedamos admirados de la destreza con que los manejan quienes dominan el arte de montar. ¿Cuántas cosas se usan en el caballo? Varias, algunas de ellas son: rienda, gamarra, riendero, bozalillo, cincho, y tantas cosas más que pasan desapercibidas y que sólo notamos al tenerlas cerca; hasta entonces nos damos cuenta de su existencia.

El arte de montar, no se podría ejecutar, si antes no existiera el arte de elaborar. Por esto, sin mucho arte y como Dios me da a entender, doy rienda suelta a ocupar este espacio, el relato semanal, que para deleite de unos y enfado quizás de otros, consigo mi propósito que es el de recordar. Por lo tanto recuerdo con agrado aquellos tiempos en que había tanto caballo, tanto burro y algunas mulas y muchos "machos". Cuando aquellos jóvenes de ayer, para demostrar hombría y valor decíamos: ¡Yo soy muy macho!, lo decíamos porque nos traían de la "gamarra" y "desbozalados" (nos faltaba bozalillo), decíamos esas barbaridades.

Así las cosas, vivíamos en aquella época tranquila, apacible, alegre viendo trabajar a las personas que de dedicaban al arte de hacer estos utensilios que formaban parte de ese complicado ajuar, que se necesita para montar. Eran estos hombres que formaban su taller con ayuda de su familia. Entre ellos estaba, el señor don Luis Guzmán, que en paz descanse, en su domicilio por la calle Nochistongo (hoy 2 de noviembre), quien laboraba desde muy temprano en la confección de estos artefactos. Hombre íntegro en toda la extensión de la palabra, ricamente pobre, poderoso en dignidad, de abundante bondad, poseedor de gran piedad y gran amigo recio y justo padre de familia. Este admirado caballero hacía riendas, gamarras, mecapales, bolsas de ixtle, bozalillos, cinchos, rienderos y demás.
Hacia aquella rienda de cordoncillo blanco que solo él elaboraba. Todo este trabajo era hecho con la ayuda de sus hijos, era despiadadamente mal pagado por aquellos voraces comerciantes que las adquirían y que a rienda suelta revendían. En este, que era uno de los oficios con más trabajo, por la gran cantidad de animales de rienda que existían y que tan escasa contaminación causaba. Sólo conocimos a dos personas: Luis Guzmán y Secundino Gutiérrez. Así ambos pasaron a mejor vida dejando una gran riqueza en su obra. Así vamos rescatando del olvido a personas ignoradas por el tiempo, para darles un lugar en el recuerdo. Me encuentro por la calle, en mi memoria, a don Luis, caminando altivo, ocupado por la aguja, enhebrando con destreza y sin distracciones, conformado aquella blanca rienda de cordoncillo.

Estos valores se han ido. Pero han sido motivo de recuerdo vivo en el presente para decir que, así fue Tepa en el tiempo.

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