¿Hasta dónde llegarán las cosas?
¿No harán nada por San Diego de Alejandría?
Por Oscar Maldonado Villalpando
No sabemos qué piensa cada quien, pero se supone que al iniciar una gestión como autoridad, al proponerse para un cargo, se tienen buenas intenciones. ¡El tiempo de las promesas y de las esperanzas en un pueblo siempre necesitado de buenos líderes!
Ese brinco de la toma de posesión cambia mucho las cosas. Ya asumido el puesto se descuida mucho el cumplimiento del deber, se siguen otros criterios, se da prioridad a otras cosas... y la gente se queda esperando. Dicen que la democracia debe cubrir estos aspectos también, no llegar solamente hasta ese famoso ritual de votar y se acabó.
Los resultados son contundentes. Tampoco es correcto eso de escudriñar con lupa todos los detalles para magnificarlos y de esa forma, no defender al pueblo, sino poner una escalera para el propio engrandecimiento, como se ve por ahí.
Ahora bien, también se ocupa ser parejos, porque tratándose de política y de políticos todos somos abundantes, pero hay campos que requieren revisión y parecen vedados a la opinión pública. En el campo religioso se deben rendir buenas cuentas y no dejar todo a la intima y personal conciencia. Los recursos del pueblo son contantes y sonantes también en el caso de la Iglesia. Es más, sería un campo, en el que se debería tener mucho más cuidado, puesto que la encomienda de la Iglesia es espiritual y trascendente, y, en tal caso, se corre el riesgo que por fallas en cosas materiales, se desprestigia una misión tan importante.
En San Diego de Alejandría se ha vivido un verdadero desencanto, sin que al presente se remedie algo, no sería el caso descender a detalles. Pero en tono pintoresco, conocido de todos y manifestación del sentir de muchos, que se han escuchado, como pregón por las calles, esas sentencias mexicanas... “¡###%%% el que tumbó los árboles del santuario!”, las mismas autoridades callaron por ese temor reverencial mal entendido, no es justo cometer arbitrariedades con las cosas que son de todo un pueblo. En este caso se tumbaron muchos árboles para remodelar el jardín del templo. El Evangelio lo dice -se debe hacer una cosa sin descuidar la otra-. Una remodelación puede hacerse respetando los árboles existentes. Personas sabias, sacerdotes serios están sumamente alarmados, porque en esa especie de indiferencia que vive el pueblo con sus dirigentes, han aumentado en gran medida las visitas de sectas. Con, no poco dolor, se han dado hechos de radicalismo cuando hubo un robo de una imagen de gran valor histórico y religioso, o el ataque a cierta ermita de mucha tradición. ¿Hasta dónde va a llegar esta situación si nadie toma cartas en el asunto?
Estamos en el tiempo que hay tantas libertades, ya estamos bien adoctrinados por la TV y radio, no se puede decir... más que preferencia sexual, para calificar ciertas actitudes, pero es evidente que las costumbres religiosas, las devociones también son una riqueza cultural, entonces ¿por qué se va a permitir que todo ese asunto se desmadeje por no cumplir ciertos deberes? ¿No nos estaremos quejando sin razón, cuando nosotros mismos, como dice Sor Juana, somos la causa de lo que sucede?
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