Sumario: Discriminación

Sumario


Discriminación

Ser chilango ya es un baldón. Ya lo era, llamarle "chilango" a alguien ya era injurioso. El que la Real Academia Española haya incluido esta palabra en su diccionario diciendo que significa simplemente Natural de México y Perteneciente o relativo a esta ciudad o al Distrito Federal, no le quitó en la práctica y uso corriente la connotación despectiva con que la usan el resto de los mexicanos para referirse a los defeños, así que ser chilango ya de por sí era afrentoso, pero si además de serlo un chilango trae el pelo largo o tatuajes en el cuerpo la deshonra es mayor, tanto que ya es motivo de discriminación oficial, sobre todo si además de ser chilango, greñudo y tatuado le va a los Pumas de la UNAM, ya no los dejan entrar a los estadios, con lo cual, obviamente, no estamos de acuerdo.
Ocurrió por primera vez el domingo pasado en Monterrey, donde la orden a los guardias que vigilaban los accesos al Estadio Tecnológico fue: "Chilangos, greñudos y tatuados no entran, aunque tengan boleto." Aunque la prohibición era básicamente para los aficionados procedentes del Distrito Federal, pues los seguidores de los Pumas que viven en Monterrey no tuvieron problemas para entrar, los guardias estaban más atentos al acento con que hablaban los fans de Pumas para no dejarlos entrar, incluso ante la duda les preguntaban de dónde eran y hasta les pedían una identificación oficial para comprobarlo, y si eran chilangos pa atrás...
Se trata de una disposición reciente de la Federación Mexicana de Fútbol, cuya finalidad es evitar la violencia en los estadios, toda vez que hay porras o barras tan agresivas que casi siempre causan problemas, especialmente cuando a su equipo le toca jugar de visitante; en su estadio se controlan un poco porque saben que la autoridad lo podría vetar como sanción a los actos vandálicos y que se quedarían sin espectáculo en casa, pero cuando les toca de visitantes no tienen esta restricción y como van en grupos numerosos agreden y provocan a la porra contraria y la violencia no se hace esperar.
La disposición, se entiende, es concretamente para evitar que entre al estadio local la porra visitante como tal, como porra, no cada aficionado como individuo, pero el problema es que hay barras tan bravas como la de Pumas y la del Toluca para citar sólo a dos, que la directiva del equipo local se va a ir al extremo de no dejarlos entrar ni en forma individual, ni aunque ya tengan comprados sus boletos, lo cual es francamente anticonstitucional.
La idea original que motivó esta disposición por parte de la FMF no es mala, porque hay aficionados que no se saben comportar, a los cuales un partido de fútbol les sirve sólo de pretexto para sacar todas sus frustraciones, su agresividad y en el menos peor de los casos su patanería, sólo van a insultar, a mentar madres y a ofender sin fijarse a quién y sin importar que haya o no motivo para hacerlo, no van a presenciar el partido y a disfrutar del espectáculo sino a mostrar su mediocridad, su amargura y su falta de calidad humana.
Me tocó verlo en la ciudad de Córdoba, Veracruz en un estadio municipal durante un partido de fútbol de la Tercera División, en el que se enfrentaron el equipo de los Caballeros, local, y el de los Gauchos, de Boca del Río. Había pocos espectadores en las gradas, unos cien tal vez, la mayoría de Córdoba por supuesto, algunos de los cuales desde que comenzó el partido empezaron a insultar, primero al abanderado, luego al árbitro y a continuación a los jugadores visitantes.
A los árbitros ya es casi tradicional insultarlos, por algo les llaman también "nazarenos" porque tienen que aguantar todo lo que les digan y griten los aficionados y a veces hasta los jugadores, sólo que de estos últimos se pueden vengar mediante un reporte que les puede acarrear una suspensión por varios partidos; del público, en cambio, no les queda más que apechugar. Pero bueno, ellos (los árbitros) ya están acostumbrados, sin embargo algunos patanes de Córdoba empezaron a insultar además a los jugadores visitantes de la peor manera posible, gritándoles cosas terribles durante el desarrollo del partido y al terminar el primer tiempo cuando los chamacos se dirigían a los vestidores.
Los que gritan ofensas participan en una especie de competencia a ver quién profiere la peor, según ellos graciosa tratando de hacer reír al resto de los espectadores que los escuchan, quieren parecer ingeniosos y con frecuencia se pasan de estúpidos porque no calculan, ni el daño que les pueden causar sobre todo a los chamacos de 15-16 años que están empezando su carrera futbolística, ni la reacción que pueden provocar entre los aficionados que le van al equipo contrario, que si son minoría se aguantan pero no siempre, sacan de quicio a cualquiera con su forma de ofender a los jugadores y es ahí donde se inicia la violencia.
En Córdoba me preguntaba yo si no debería de haber policías en el estadio que controlaran esa situación, porque poco faltó para que los escasos visitantes que llegaron de Veracruz y Boca del Río llegaran a los golpes con algunos cordobeses patanes que gritaban groserías y ofensas sin cesar, les reclamaron nomás y se hicieron de palabras, pero como eran tan pocos no le atoraron y la cosa no pasó a mayores. Pero igual si hubieran sido más se vuelve aquello una batalla campal con resultados impredecibles.
Por eso decimos que la idea original de evitar la violencia en los estadios no es mala sino todo lo contrario, pero de ahí a no permitirles la entrada a aficionados que ya pagaron su boleto, como medida de prevención, me parece una exageración totalmente injusta, y más aún si se les impide entrar sólo por ser chilangos, andar greñudos y tener tatuajes, no todos los chilangos, greñudos y tatuados han de ser patanes y violentos, la mayoría en una porra con esas características tal vez, pero generalizar la medida por estos motivos atenta contra la libertad y los derechos humanos de los aficionados. Pagan así justos por pecadores, si de cada diez uno se iba a comportar adecuadamente, ya se fregó también, nomás por ser chilango o por traer el pelo largo.
La Federación Mexicana de Fútbol no es un gobierno extraterritorial que pueda dictar sus propias leyes discriminatorias, el mantenimiento del orden le corresponde en todo caso a las autoridades legalmente constituidas, para eso existen los cuerpos de policía y de granaderos que funcionan en cada estado y en las grandes ciudades, para someter a los rijosos, para serenar a los patanes, amonestándolos antes de que la violencia brote o a macanazos y llevándolos presos cuando ya llegaron a los golpes o a la agresión física de cualquier tipo, pero no es la FMF la que tiene qué decidir quién entra a un estadio y quién no, en sus manos está vetar el estadio en general, pero no discriminar a determinados aficionados que si pagan su boleto tienen derecho de entrar; y mucho menos con ese sistema de ver y escuchar cómo hablan y de dónde vienen para evitarles la entrada, eso me parece a todas luces ilegal.
Esto dará mucho de qué hablar y será tema de discusión en los próximos días, hasta que autoridades y dirigentes deportivos encuentren otra forma de evitar la violencia en los estadios de fútbol, que debe ser evitada, pero no de esa manera. Si algunos de los aproximadamente 250 aficionados pumas que viajaron a Monterrey y que no dejaron entrar al Estadio Tecnológico, se pusieran abusados y acudieran a los tribunales a demandar, ganarían el juicio y los tendrían que indemnizar, porque vivimos, se supone, en un estado de derecho en el que nadie puede hacer lo que se le pegue la gana, ni aún la Federación Mexicana de Fútbol.

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