Como Pilato y como Judas
Por el padre Miguel Ángel Péres Magaña
Se acercan ya los días más santos del año en los cuales celebraremos la Pasión del Señor, por eso me pareció oportuno presentarles la carta que un sacerdote leyó a los que asistían a los Ejercicios Espirituales de Cuaresma y que por cierto les impresionó mucho.
La carta decía:
De Jesucristo para ti
Te escribo desde mi cruz a tu soledad.
A ti, que tantas veces me miraste sin verme, y me oíste sin escucharme.
A ti, que tantas veces prometiste seguirme de cerca, y sin saber por qué, te distanciaste de las huellas que dejé en el camino, para que no te perdieras.
A ti, que no siempre crees que estoy contigo, que me buscas sin hallarme, y a veces pierdes la fe en encontrarme.
A ti, que a veces piensas que soy un recuerdo, y no comprendes que estoy vivo.
Yo soy el principio y el fin, yo soy el camino para no desviarte, la verdad para que no te equivoques y la vida para no morir en vida.
Mi tema preferido es el amor, que fue mi razón para vivir y para morir. Yo fui libre hasta el fin, tuve un ideal claro y lo defendí con mi sangre para salvarte.
Fui maestro y servidor, soy sensible a la amistad, y hace tiempo que espero que me regales la tuya.
Nadie como yo conoce tu alma, tus pensamientos, tu proceder, y sé muy bien lo que vales.
Sé que quizás tu vida te parezca pobre, pero... Yo sé que tienes mucho para dar y estoy seguro que dentro de tu corazón hay un tesoro escondido; conócete a ti mismo y me harás un lugar a mí.
Si supieras cuánto hace que toco a las puertas de tu corazón, y no recibo respuesta...
A veces también me duele que me ignores y me condenes como Pilato; otras veces, que me niegues como Pedro y que otras tantas me traiciones como Judas.
Hoy, te pido paciencia para tus padres, amor para tu pareja, responsabilidad para con tus hijos, tolerancia para los ancianos, comprensión y servicio para todos tus hermanos, especialmente para quienes sufren.
Quisiera no volver a verte egoísta, orgulloso, rebelde, inhumano y pesimista.
Deseo que tu vida sea alegre, siempre joven y llena de paz.
Cada vez que lo necesites, búscame y me encontrarás. Cada vez que te sientas cansado, háblame... Cuéntame.
Cada vez que creas que no sirves para nada, no te deprimas, no te creas poca cosa, no olvides que yo necesité de un asno para entrar a Jerusalén, y necesito de ti para entrar en el alma de tu prójimo.
Cada vez que te sientas solo en el camino, no olvides que estoy contigo.
No te canses de pedirme, que yo no me cansaré de darte. No te canses de seguirme, que yo no me cansaré de acompañarte. ¡Nunca te dejaré solo!
Aquí, a tu lado me tienes, y estoy para ayudarte.
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