Tepatitlán en el Tiempo

Añorando

Por Juan Flores García

Añorando todo el tiempo que según nuestro parecer fue el mejor, los hoy honorables o simples ancianos de la tercera de edad se nos cataloga por la condición social que vivimos, aplicamos el dicho tan conocido: la juventud vive de la esperanza: la vejez del recuerdo. La vejez es el último periodo de la vida pero no porque es el último, por fuerza tiene que ser fatal. Tenemos el ejemplo del vino que entre más añejo es mejor. En la persona se valoriza la vejez como uno quiera, se es un buen viejo porque se tenga la seguridad de ser útil y preparado para vivir este periodo, por eso, vemos al frente de grandes instituciones al viejo, al que aprovechó toda su existencia y dirige con éxito.
Entre la gente del pueblo como nosotros que empezamos a vivir este siglo cuando todo escaseaba en cuanto a comodidades, al entablar plática con los amigos de nuestra camada, sentimos que las muecas de los ancianos tienen varias expresiones: exageración en la manera de hablar haciendo gesto o muecas energéticas que no sabe uno si son expresión de disgusto o emoción agradable.
No sólo los ancianos varones hacemos sentir la forma de vida que hemos llevado, las damas de avanzada edad hacen sus particulares comentarios, pues su vida llena de Dios que las hizo sus colaboradoras en la procreación de la especie humana, la fortaleció soportando con su amor maternal el sacrificio que trae la crianza de los hijos en la que Dios las bendijo para alegrar su existencia. Ellas fueron escogidas por un especial amor del hombre que fue atraído por las virtudes que vio en ella cuando estas se manifestaban desde su modo de vestir, siendo visible, la honestidad de su persona. Para ellas, recordar con añoranza el tiempo que vivieron desde su niñez las costumbres diferentes a las actuales, fortalecen su ánimo o lo debilitan, si se apegan a recordar las etapas difíciles y con fracasos, y si hubo buenas cosas como todos los tuvimos, que optimitas y fuertes nos sentimos.
Las situaciones difíciles para ellas, la mayoría de la clase media por ser amas de casa dedicadas a cuidar la familia, a hacer los trabajos caseros con sus manos, trabajaban más de doce horas -sin sueldo- nos decían, saborean mejor el recordar aquellos tiempos. En el lugar que su servidor asiste ocupado en hacer memoria del pasado, acuden honorables damas a ver qué les ofrecemos en venta, cosas de poco valor económico como alguna antigüedad que da motivo del recuerdo, entablamos plática a propósito de cómo y cuándo se usaron. Muy amenos ratos pasamos en este quehacer ocasionado también al estar repasando con la vista, las muchas fotografías de matrimonios que fueron tomadas en foto París hace algunos años, y que queremos entregar este tan valioso recuerdo de aquel feliz momento de su vida.
Aparecen con sus elegantes trajes de novia confeccionados artísticamente con el buen gusto de vestir de la novia con la decencia y honestidad que resaltan su belleza. Esto les hace recordar la etapa de su noviazgo que comentan haciendo suyo de manera especial. Los acontecimientos en su vida matrimonial a lo largo del tiempo que Dios les ha permitido estar juntos, o la soledad porque Dios ya recogió su pareja. Una antigua plancha de fierro para la ropa que tenemos a la vista, es motivo de añoranza más en las damas de clase media que por tantos años se usaron con tanto trabajo para calentarlas sobre las brasas del carbón para planchar aquella pesada ropa de algodón que tanto usamos. Cocinar con leña o carbón en loza de barro. Elogian o sólo comentan el comportamiento del marido complaciente y querendón, exigente o despegado.
Ellas consideraban importante tener la virtud de la obediencia a su pareja para el buen funcionamiento del matrimonio, esta virtud siempre ha sido muy necesaria y conveniente. La obediencia, sin embargo, no es someterse ciegamente. La vida del matrimonio se deslizará siempre en un ambiente de felicidad. Pues por el hecho de obedecer cuanto es preciso, se evitan disgustos que no teniendo razón de ser pueden tener graves consecuencias. Esto era lo usual en la mayoría de los matrimonios y en la vida familiar. Si eran solteras, de esta forma encontraban mejor armonía. Así es como el recuerdo aparece cada día que Dios nos permite vivir para que al paso, en nuestro camino por las antiguas calles de nuestro querido Tepa, aparezca ante nuestra vista cada casa que guardó sus propios recuerdos de las familias que las ocuparon, -como nosotros-, testigos de casi un siglo de hechos para que las nuevas generaciones tengan conocimiento de lo sucedido en este siglo que recién terminó y estimen las maravillas descubiertas para bien o para mal de la humanidad. Con esto decimos que: así fue Tepa en el tiempo.

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