Constancia de la posesión española de Coina-Tototlán

Por Jesús Arrieta

Desde más de 20 años atrás, me sumergí en el paisaje que totalmente se abarca desde los límites del altiplano que tienen al sur las vegas de granos de Tototlán y más al sur el brillo plateado del lago de Chapala.
Un océano de oxígeno que matiza todos los colores y en los días más fríos se hace notorio el pincelazo de nieve del volcán de Colima, que desde estas alturas de los altos sur se alcanza a contemplar; tal y como se lo bebieron los habitantes prehispánicos desde tiempos harto lejanos.
Debe ser igualmente grandioso ver el mismo cuadro desde el lado opuesto donde comienza la sierra de Mazamitla al otro costado de la gran laguna; pero allá no está Tototlán ni Atotonilco, ni Ocotlán, ni "Cuitzeo"; por donde anduvo el expedicionario Nuño de Guzmán recorriendo todo el paisaje para sumarlo a los reinos de Castilla, al mismo tiempo que inventando "esos servicios" a Carlos V, se tomaba un respiro para tomar posesiones, si fundar nada; puesto que para fundar era requisito dejar iglesia bien edificada, con doctrinado; encargado de una encomienda y soldados que impusieran con policía el buen orden de la tierra.
Por eso hoy en que el tiempo tiene dos puntas, la del 2007 y la de 1530, no se pueden hallar, hasta hoy, actas de fundación; pues los españoles a lo más formalizaban una "toma de posesión" de comarcas en donde el jefe de la tribu daba tiempo de hacerlo y oídos para comprender el hecho de que se "estaba adentro" de las entrañas de una potencia que abarcaba gran parte del mundo.
En vano esculcan en el tiempo actas de fundación que el conquistador hubiese hecho de los pueblos aborígenes que se encontró a su paso hacia el poniente el incontenible ejército de los europeos; y menos de la ciudad del vergel de Jalisco (hoy Atotonilco), que por su solo nombre de "agua caliente" es bastante para imaginar al escribano haciendo documento legitimador; pero que no fue así porque los habitantes del "agua caliente" que tenían por coto de caza el río de los Sabinos, eran gente belicosa que por recibimiento dieron flechazos al maestro de campo de Guzmán y también a los caballos; situación que forzó el apresuramiento de las armas para salvar el pellejo de ambos contendientes que dicho sea de paso se disputaban a los habitantes de Tototlán; los que por huir del tronido de la pólvora, llegaron al valle de la tribu enemiga que no miraban más que buena carne para cocer, y en los blancos a unos diablos barbudos que se meten en lo propio.
Circunstancia deveras intrincada y de complicada trabazón. Para andarse con los diálogos de concertación y tintero para escribir si Antón Villaroel rugía de dolor por el flechazo en la pierna atravesada y los otros se crisparon de la más alta tensión para hacer pedazos a los indomables antropófagos, que cerraban el paso para regresar a Tototlán con los cautivos que se dieron de paz a los conquistadores; que los querían para sumarlos vivos y productivos a sus posesiones.
Y es más, nada se pudo con los atotonilcas, pues no se entendía su hablar; ni por los de Tototlán, que los tenían de vecinos... mucho se logró con aprovechar el miedo de los coinanos (tototlenses) rescatados vivos y salvos de la digestión, que al gran tlatoani de Tototlán le dejó bien claro que su destino, era ser un dócil hasta los últimos días que le quedaban.
Gracias a esa actitud de difícil aceptación para todo rey. Nuño de Guzmán escribió en su relación de descubrimientos la única constancia que se conoce sobre su protofundación española: según a reglón seguido el lector puede leer lo que el investigador rescató de la crónica, para historiar sobre causa efecto y consecuencia lo hasta hoy desconocido, pues el conquistador debió perderlo todo en la inundación que soportó arriba de los árboles, allá por el sur de Jalisco; y no este testimonio, porque desde Coina-Tototlán mandó a España toda su relación del episodio como carta; la que de allí los correos se llevaron a México.
Aquí pues la transcripción de las palabras de Nuño de Guzmán, correspondientes al sábado -medio día- del 6 de marzo de 1530; hablando al tlatoani de Coina-Tototlán por medio de traductores del castellano al tarasco, y de este al coca que hablaban los coinanos; al mismo tiempo que se escribía la crónica de este día: "y quedaron los estandartes de su santísima cruz levantados en todas estas partes para que cuando le plazca enviar su gracia lo haga para que más sean alumbrados. Dile a toda la gente que se había tomado (la tierra en posesión)... y comenzaron a poblar sus casas y puesta una cruz muy suntuosa y tomada la posesión de aquellas provincias en nombre de vuestra majestad me partí sábado, camino de otra provincia que se llama Cuizco."
Fecha que por un ardua trabajo de investigación de muchos años, puedo precisar con toda certeza, eso sucedió por el medio día, el 6 de marzo del año 1530; lo que por lo mismo subrayo: Esto queda bajo las condiciones de autoría intelectual y material de un libro en preparación.

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